Capítulo XIX: Mente estropeada.

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Selene podía ser apartada de todo el mundo y aún así ser considerada un estorbo repudiable; para ella jamás había sido sencillo controlar las impetuosas necesidades que surgían de un momento para el otro: como gritar o destruir algo ¿La última víctima de sus problemas? Nada más y nada menos que el preciado arte de su hermano Lysander.

Si le preguntaran a Selene si se arrepentía de causar aquello, ella simplemente respondería que no. Puesto que en su cabeza aquellos dibujos no tenían un significado o no eran mucho más que un pasatiempo; ella no les veía un valor verdadero, sin embargo, la ausencia de Lysander en casa si era un gran problema para su estropeada psique. 

Continuamente se sentía como una niña abandona ¿Había algo malo con ella? Sí, muchas cosas. Estaba acostumbrada a ser tratada como un secreto desagradable y una enorme decepción, no era de extrañar que Lysander se fuera a ese instituto y la dejara completamente sola.

Todos a su alrededor eran despreciables.

Ella volvió en sí misma. 

Percibiendo el leve toque la mano de su hermano en la espalda baja, se agitó, detestaba con saña que la tocasen, incluso si era Lysander. Le causaba una incomodad extrema que no comprendía del todo. 

  — ¡Puedo irme de aquí por mi cuenta! No es necesario que me escoltes — se exaltó Selene de repente, empujando lejos a su hermano y empezando a caminar con rapidez, buscando alejarse de él.

— Selene, por favor... — Lysander la alcanzó, le hablaba con suavidad, como si sus palabras pudieran romperla ¡Por favor! Si hace un instante habían tenido una confrontación que había sido todo menos suave. 

Los cambios de ánimos continuos de Selene la hacían una persona débil, aunque ella no lo considerara así, quizá por que la mayoría de las veces ni siquiera notaba que tan voluble era o cómo había reaccionado exageradamente ante pequeñeces.  

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas no derramadas. 

Ella quería a Lysander pero últimamente le guardaba tanto rencor como al mundo en general; él no la comprendía y prefería dejarla, prefería alejarse de ella a cada oportunidad. ¡Y ella no lo culpaba! Después de todo, gracias  a ella le había ocurrido cosas horribles en su infancia. 

Ella se lanzó en una carrera apresurada, aunque su cuerpo se sentía débil y le costaba respirar, llegó hasta la entrada del instituto donde estaba aparcado el elegante auto negro y recostado contra una de las puertas estaba su chófer y mayordomo, Andrew; aunque ella lo consideraba más como un padre, puesto que era él quién siempre la acompañaba y velaba por su salud. 

Selene sintió ira, había logrado contener las lágrimas incluso en el fatídico momento de la muerte de su odiosa madre y desde entonces su semblante se había vuelto impertérrito, carente de emociones, incluso ella lo notaba las pocas veces que osaba mirarse al espejo.

Otra cosa que odiaba, puesto que ella era la viva imagen de esa mujer... Y aquella chica de cabello rojizo, incluso sin parecerse en lo absoluto, le había recordado aquella noche. Tal vez por el miedo en su mirada y como a simple vista se notaba que los nervios la consumían. En su mente se había formado la imagen de su madre cuando notó a aquella joven y Selene no logró controlar su reacción. 

Una vocecilla había aparecido en su mente en aquel momento, instándola a lastimarse a sí misma y a la joven de cabello rojo; por alguna razón, en su mente se formó la imagen de la chica llorando lágrimas carmesí... Aquel sería su próximo dibujo. 

  — ¡Larguémonos de aquí! — vociferó Selene en cuanto llegó al auto.

Andrew le abrió la puerta y le permitió deslizarse dentro, acostmbrado a la actitud de la joven.

Ella vio cuándo Lysander llegó y comenzó a hablar con Andrew, la preocupación se había instalado en sus ojos azules, tan cristalinos como los de su padre y bondadosos como ninguna otra cosa en su vida. Él parecía estar dándole indicaciones a Andrew mientras el hombre intentaba calmarlo.

El chófer le colocó una mano en el hombro al joven de cabello blanquecino y le dio un apretón, como si quisiera reconfortarlo; Selene se sintió asqueada, aún más, cuando bajó la mirada y notó el blanco de su propio cabello, largo y sedoso.

Miró con odio desmesurado aquellas hebras claras y comenzó a arrancarlas de a poco. Un cabello tras otro, para cuando Andrew lo notara le haría falta más de un mechón. Ella sonrió, sí, seguramente aquello molestaría más a Lysander... O podría esperar llegar a casa para desquitarse con una afiladas tijeras. 

  — Adiós Selene — escuchó decir a Lysander desde fuera del auto. 

Él lucía decaído y tenía la misma expresión de aquella mañana plagada de muerte y sangre; algo asustado pero en su mayoría estupefacto. Y aquella despedida había sonado realmente espeluznante, como si de verdad no volvieran a verse, como si ahora el adiós fuera para siempre.

A Selene le preocupó. 

  — Algo en particular que quieras escuchar, Selene — Le preguntó Andrew.

Su padre sustituto lucía algo cansado, Selene no comprendía por qué todos a su alrededor terminaban con expresiones similares ¿Quizá ella era el mal agüero para todo aquel que se acercara? 

  — No, es más, apaga la radio, prefiero el silencio — murmuró Selene.  

Y así lo hizo, en el camino hacía el hogar de la familia Aldrich prevaleció el silencio. Selene miraba a través de la ventana, preguntándose un millón de cosas que desconocía del mundo. Ella era el problema, era consciente de eso, pero no sabía cómo actuar para solucionarlo. 

Debía existir alguna manera. 

  — Andrew, ¿Dónde está mi padre? 

En ese instante el chófer notó que Selene había entrado en uno de sus momentos de poca lucidez. La joven había utilizado un tono de voz un tanto infantil y sin lugar a dudas mimado; cada tanto preguntaba por el paradero de su padre, como si no lo tuviera presente del todo, pero jamás preguntaba por el de su madre.

Ella nunca olvidaba que la mujer ya no existía. 

Por lo menos, fuera de su cabeza.

Porque a veces Selene creía escuchar su voz en la soledad de la mansión, siempre presente, agobiándola hasta el punto de la locura y trayendo el pasado mórbido al presente, un constante recuerdo sombrío. 

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