Capítulo XI: Pinceladas macabras.

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Cassie inhaló profundamente, no se movió de donde estaba parada, se encontraba conmocionada por la mirada de Lysander Aldrich. Las personas que caminaban a su alrededor le echaban miradas de reojo, la mayoría eran estudiantes de escritura pero aún así no eran ajenos a los rumores que circulaban sobre aquel enigmático joven.

Se decía de él que sufría alguna enfermedad mental grave e incluso que calificaba como sociopata, algunos alumnos además afirmaban que jamás serían capaces de acercarse a él por su comportamiento apático, desinteresado y asocial. Pero para Cassie, era completamente opuesto, aquel comportamiento la hacía querer acercarse más.

Cassie se armó de valor y continuó caminando, después de todo, aunque la mirada de Lysander la atravesara como una daga afilada, no quería decir que en serio estuviera ahí por ella, podría estar buscando a alguien más y simplemente sus ojos se quedaron en ella porque la reconocía del incidente con la libreta.

Ella tragó forzosamente al recordar las palabras de la muñeca de trapo ¿Qué pensaría Lysander de ella por escribir algo así? ¿Tan desesperanzador y trágico? ¿Lo encontraría hermoso o le repugnaría? Seguramente pensaba que aquellas palabras eran ridículas y poco interesantes. 

  — Cassandra Ward — habló Lysander, su voz profunda con aquel acento inglés se escuchaba cansada y reticente. Él caminó hacia ella   — ¿Podría hablar con usted? 

  Cassie tragó de nuevo, su corazón fallando en medio de su palpitar.

La manera en que había dicho su nombre le recordaba a una grave sentencia, como cuando te espera algo malo y aterrador. Para Cassie la situación no podía tornarse más extraña, se sentía insegura e intimidada, no le generaba nada de seguridad e incluso el temor opacó su curiosidad por Lysander. 

  — Por supuesto — respondió ella, no entendía por qué se sentía forzado y fuera lugar toda la situación. 

Los estudiantes que todavía habían en el pasillo terminaron de entrar en el auditorio, dejando a Cassandra y Lysander solos, sus miradas enfrentándose la una a la otra.  Cassie nunca se había percatado de la altura de Lysander hasta ese instante, era la primera vez que estaban tan cerca y él la superaba fácilmente por varios centímetros. 

  — Por favor, acompáñame — pidió él con amabilidad mientras empezaba a caminar por los pasillos, ella le siguió algo reticente pero decidida a averiguar de qué se trataba todo aquello y porque Lysander se había tomado la molestia de buscarla y... preguntar por su nombre. 

  — ¿Cómo sabe mi nombre? — preguntó ella rogando por que su voz no transmitiera sus nervios internos.

— Pregunté en la oficina de registro, tienen los datos de todos los estudiantes.

Cassie pensaba que la información de cada estudiante era confidencial y que era imposible preguntar por otro estudiante por los mismos factores. Ella estuvo a punto de preguntar pero Lysander aclaró su duda  rápidamente, como si supiera sus pensamientos: — Dije que el maestro Jouvet me había enviado por una información sobre una de sus estudiantes de la clase de Historia del Arte Nivel 1. 

Y si lo había dicho con tal convencimiento y claridad como se lo estaba diciendo a Cassie, no habría razón alguna para dudar de él o del supuesto requerimiento de Antoine Jouvet. Aún así, ¿Por qué Lysander tendría alguna razón para preguntar por ella?

Estaba a punto de preguntar pero el joven se giró hacia ella, silenciándola con una afilada mirada. Sus ojos cristalinos transmitían un sentimiento punzante y mordaz,  su aspecto en ese momento daba la idea de que estaba enfermo o necesitaba una buena siesta, lucía exhausto y como si la noche pasada no hubiera logrado conciliar el sueño.

Al igual que Cassie, ahora que lo pensaba, debía tener el mismo aspecto mortecino y afectado. Todo el traytecto continuaron el silencio, caminando hacia el lado sur del instituto, donde estaban la salas de práctica de los estudiantes de arte y escultura... Al final de uno de los pasillos, donde estaba la última sala, donde la luz casi no llegaba y el ambiente estaba cubierto por un manto lúgubre.

Lysander abrió la puerta de la sala que siempre reservaba para sí mismo y la invitó a entrar, haciendo un caballeroso ademán. De nuevo, algo completamente fuera de lugar en estos tiempos. 

Cassie quería admitirle que ya había estado ahí el día que lo había estado buscando para regresarle la libreta.  Al igual que la primera vez que entró ahí, el lugar estaba repleto de lienzos cubiertos por telas blancas, ninguno al descubierto, pesadas cortinas ocultaban las ventanas de las paredes y sobre dos mesas habían pinturas, paletas y envases con agua sucia... parecía el estudio de un artista agobiado y encajaba hasta cierto punto con Lysander. 

Cassandra no se movió de la puerta, incapaz de entrar por completo. 

El joven se quitó el sacó negro que siempre llevaba sobre el uniforme, lo dejó sobre un taburete y deslizó una de las cortinas, dejando que luz entrara al lugar, invadiendo la estancia y destellando en algunas motas de polvo que habían en el aire. 

 Él la miró, se aclaró la garganta y preguntó: — ¿Viste la libreta? 

Ella simplemente lo miró estupefacta antes de responder.

— Lo hice... — admitió y luego soltó apresuradamente —   pero, también leíste la mía. 

Él no lo negó.

En su lugar se dirigió hacia un caballete que sostenía un lienzo cubierto por una manta blanca, miró a Cassandra mientras tomaba una respiración profunda antes de quitar el manto, dejando al descubierto una obra macabra. 

Cassie se ahogó.

De repente, la habitación parecía no tener suficiente aire, su corazón se detuvo y se cubrió la boca con las manos, queriendo impedir el grito que anhelaba por soltar. Las palabras sobre la muñeca golpearon su mente, sentimientos se arremolinaron en su pecho y comenzó a recitar aquel suplicio en voz baja, en aquel instante, debía parecer una maníaca. 

Cassie estaba por terminar las últimas líneas cuando Lysander la interrumpió, culminando aquellas frases por ella: — Yo me perdí, ella no me abandonó. Yo me deshice de ella. 

Cassandra lo miró conmocionada.

En aquel lienzo, pintado en blanco, negro y gris, estaba la chica que pintaba Lysander en su libreta, solo que esta vez su cuerpo estaba maltrecho, el relleno se salía por varios rasgaduras en su cuerpo de tela y aún así, siendo una simple imagen transmitía todo aquello que Cassie había sentido al escribir esas palabras. 

Lo único fuera de lugar, era el familiar desprecio en la mirada de la joven.

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