Capítulo VIII: Un tesoro perdido.

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Cassie suspiró exhausta, estar moviéndose de un lado para el otro por todo el instituto que, a decir verdad, no era para nada pequeño, por no mencionar, la cantidad de estudiantes. Ella tachó aquello como una misión imposible, Lysander parecía escurrirse entre sus dedos y no parecía vislumbrar el final de esta travesía para devolverle la libreta. 

Era sábado, estaba permitido llevar prendar común y corrientes en L'hiver institut, no obstante, a Cassie le incomodaba pasearse por ahí en ropa normal, sobretodo porque había pasado por todas y cada una de las actividades extracurriculares sin encontrar rastro de Lysander. Incluso le había ido a buscar a aquel salón que siempre tiene reservado.

Cassandra había tocado la puerta más de un par de veces sin obtener respuesta, decir que estaba frustrada era poco, por no decir que el medio día se estaba acercando y con él, se acababa el tiempo que tenía para devolverle la libreta antes que desapareciera por el fin de semana, como le había dicho Helena.

No era momento para rendirse, sintiendo energía renovaba, Cassie continuó con la búsqueda. Incluso regresó al salón donde Lysander solía encerrarse durante horas y horas, un salón de arte que mantenía reservado para sí, solo que esta vez decidió no quedarse esperando fuera, por si acaso estaba dentro y no quería abrirle a nadie, directamente llegó y abrió la puerta.

  — Lysan... — comenzó a hablar pero el lugar estaba vacío, ahí no estaba el chico que la obsesionaba. Aún así, la enorme estancia estaba llena de caballetes, lienzos en blanco, pinturas cubiertas por sábanas blancas, untadas por aquí y por allá de pinceladas de pintura al óleo, casi todas grises y negras. 

El lugar desprendía una energía apagada y a Cassie le puso los pelos de punta, la habitación era lúgubre y cada esquina parecía desprender una sombra. Estaba oculta y contenía un gran valor, como un tesoro perdido. No comprendía cómo aquel espacio podía inspirar a alguien, pero cada quién con lo suyo.

Ella suspiró, su corazón apesadumbrado, ahora no solo había violado la intimidad de los dibujos en su libreta, sino que también había irrumpido en el salón que evidentemente era su estudio privado de arte y donde seguramente no querría  a nadie viendo sus cosas. 

Con la motivación por los suelos y unas tremendas ganas de echarse a dormir, Cassandra vagó por el instituto. ¿Cómo era posible que no lo hubiera hallada? ¿Se habría ido ya?  ¿Dónde estaba si no? Un millar de preguntas invadieron su mente y no tenía ni un indicio para comenzar a responderlas, aún así, en medio de sus pensamientos y su desesperación se le ocurrió que Lysander Aldrich podría estar en la salida de instituto, después de todo, si abandonaba el lugar los sábados al medio día, era el último lugar donde tenía la oportunidad de econtrarle, de no ser así, debería regresarle la libreta la próxima semana. 

Cassie no le vería nada de malo a aquello, de no ser porque él tenía su libreta y había una enorme posibilidad de que leyera sus pensamientos privados, sus inusuales historias y disparatados poemas. Y eso era algo que ella no quería, bajo ningún concepto. 

Miró la pantalla de su celular.

11:56 a.m.

Cuatro minutos para el medio día.

Cassandra corrió, estaba del lado opuesto a la salida del instituto y empujó a sus piernas a moverse tan rápido como podía, su respiración comenzó a ser desigual y forzosa, las hebras rojizas de su cabello se agitaban alrededor de su rostro, una incluso estuvo a punto de pincharle un ojo.

El sonido de sus pisadas retumbaba por los largos y amplios pasillos, esquivo por poco a algunos estudiantes que caminaban con tranquilidad y estuvo a punto de chocarse con el maestro Antoine Jouvet, lo cual sería una gran desgracia pero lo evitó por poco. 

Se detuvo sin aliento antes de bajar la escaleras que la llevarían a la salida, desde ahí podía deslumbrar un auto negro aparcado en la entrada circular, un hombre estaba ayudando a un joven de cabello blanquecino con la mochila que llevaba, parecían estar hablando con tranquilidad e incluso, Cassandra creyó ver a Lysander sonreír, pero era difícil decir por la distancia. 

Bajar los escalones corriendo sería una trampa mortal, sobretodo para Cassie cuyo equilibrio era casi inexistente y la mayoría de las veces era una persona torpe, por no decir más. Aún así, arriesgando su pellejo y su dignidad ante una inminente caída, se lanzó precipitadamente escaleras abajo, acunando la libreta contra su pecho y cuando estuvo a punto de gritar el nombre de Lysander, una joven bajó del elegante auto y se lanzó a los brazos de Lysander.

Era la chica de los dibujos. 

Muchísimo más hermosa que en aquellos esbozos grises, el cabello blanco le caída más abajo de las caderas en satinadas ondulaciones, espeso y radiante. Llevaba un vestido negro acompañado de una gabardina roja abierta, extrañamente, estaba descalza, sus pequeños y delicados pies tocando el pavimento. 

Lysander estaba de espaldas, por lo que la vista de la chica era perfectamente clara para Cassie. Ella era alta, y a pesar que los dibujos de Lysander eran exactos en sus facciones, no le hacían honor a su belleza en absoluto, pero su mirada sí transmitía aquel sentimiento de desprecio.

Su semblante era opuesto a sus acciones, el haberse lanzado a los brazos de Lysander no concordaba en absoluto con su rostro carente de emociones, los delgados labios en una fina línea plana, sin rastro de cambio en las líneas alrededor de sus ojos, ni una sonrisa genuina. Podría perfectamente ser la personalización de la frialdad. 

Sus ojos eran inusuales, la forma redondeada enmarcada por gruesas pestañas oscuras, ocultando parcialmente el verde jade en sus iris. No tenía ni una pizca de maquillaje y mientras Cassie más se acercaba, con el corazón palpitándole desenfrenadamente y la respiración agitada, más era evidente las manchas oscuras bajo sus ojos, sus labios agrietados y su impactante delgadez.

Era hermosa, era imposible negarlo, pero a simple vista ocultaba algo. 

Cassie encontró su voz, a medias y algo trémula, logró decir: — La libreta...

Las palabras cayeron como agua helada sobre el momento de encuentro de aquellos dos, por alguna razón, el corazón de Cassie trastabillo y se encogió dolorosamente. 

Lysander, con sus fríos ojos azules se giró hacia ella.

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