Capítulo XXVI: Pasado turbio.

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Pasado

La niña de cabello blanco se deslizó con suavidad a través de la puerta entre abierta, la habitación estaba oscura, las luces apagadas y en medio de la cama había un cuerpo que simulaba estar durmiendo, sí, la niña lo sabía muy bien, él no estaba durmiendo, para nada, seguramente estaría llorando en silencio, buscando no atraer la atención de su madre, el demonio de la casa, como la niña le decía.

Ella se acercó con suavidad a la cama y se acostó al lado del cuerpo pequeño y vulnerable de su hermano, estiró una mano y tomó la suya en la oscuridad, menos mal tenía su compañía y ninguno debía estar solo ante el mundo que parecía querer destruirlos, bueno, el mundo no, la mujer de falsas sonrisas.

Mamá.

  — ¿Qué... qué hice mal está vez?— preguntó el niño con voz trémula, las lágrimas le impedían hablar bien e hipaba de vez en cuando, su respiración dificultosa. 

La niña no sabía qué responder, ella tampoco sabía qué habían hecho mal, ella tampoco comprendía por qué los mantenían alejados, por qué la mantenían oculta, por qué su madre la miraba con odio.

Mami. 

A la niña se le llenaron los ojos de lágrimas, le era imposible no ponerse a llorar si su hermano lucía de esa manera. Ella le miró de nuevo, algo renuente ante lo que podría ver, como siempre, el niño tenía los ojos hinchados al igual que un costado de su rostro gracias al golpe que la mujer le atinó después de la cena, una bofetada que incluso Selene había escuchado, seguido del grito de Lysander... Desde hace poco más de un año que no le cortaban el cabello, lo llevaba largo como una niña, su madre incluso le había sacado un ridículo flequillo y le hacía llevar la ropa de Selene de vez en cuando, generalmente cuando tenían visitas, mientras que a Selene la encerraban en el ático. 

Ella adiaba ese lugar, las sombras era su única compañía, las aterradoras sombras que se cernían sobre su cabeza como monstruos que buscaban devorarla. Ahí arriba hacía frío y no había ninguna fuente de luz, a Selene la podía extremadamente nerviosa estar ahí, ella tendía a gritar, su respiración y su corazón se agitaban muchísimo, había llegado al punto de jalarse el cabello hasta arrancarse mechones enteros debido a la ansiedad. 

  —  No sé, no sé — admitió la niña mientras abrazaba a su hermano. 

Esa misma noche, más temprano, sus padres habían tenido unas visitas, sus amigos quienes siempre llegaban ataviados de costosas prendas y sonrisas de oreja a oreja, siempre traían vino o algún otro presente, a Selene le agradaban pero no tenía permitido verlos... Una vez ellos hubieran atravesado la puerta, su madre subiría la tomaría por la fuerza y la dejaría en el ático, con una advertencia por si gritaba. A Margaret Aldrich la sacaba de quicio escuchar el llanto o los gritos de Selene, una vez incluso la había amordazado para callarla y como la niña le había rogado no volver a hacerlo, ella le dijo que no se buscara que ocurriera de nuevo, entonces que guardara silencio. 

Entretanto, Lysander tendría que saludar y sonreír en la planta baja, luciendo perfecto... O perfecta ante los invitados. A Selene no le gustaba que su madre le pusiera sus viejas prendas, las que llevaba un par de años atrás, no porque la ropa estuviera vieja y andrajosa, sino porque era como verse a sí misma cuando estaba pequeña. Ellos eran tan similares, el color de su cabello, sus cuerpos delgados y frágiles, todo, a excepción de sus ojos, el color es diferente... Selene sabía que los tenía verdes, al igual que los de su madre, pero los de esa mujer carecían de empatía y Lysander, los tenía azules, resplandecientes y amables, como los de su padre. 

Esa noche, Margaret no cerró como debía la puerta del ático, así que Selene bajó y se ocultó tras uno de los barrotes de madera de la escalera, observando en silencio lo que ocurría en la primera planta. Ella también quería estar abajo con su familia, no comprendía por qué su madre la encerraba con las sombras en el empolvado ático a rebosar de cajas y artículos viejos, olvidados... Quizá un día de estos  la misma Selene sería olvidada ahí arriba, se llenaría de polvo y...

Ella se alteró, un pequeño sonido se había colado entre sus labios, un sonido angustioso... Ella creía que no había sido escuchada, pero por el contrario, fue más que suficiente para que los presentes alzaran la mirada y la notaran parcialmente oculta. La mirada de uno de los amigos de sus padre alternó entre Lysander y Selene, un tanto confundido miró a Margaret y Geremy Aldrich como si estos pudieran ofrecer alguna explicación.

  — ¡Oh, mis disculpas! — se apresuró a decir su madre, con una sonrisa —  Mi otra hija estaba algo enferma, los doctores nos recomendaron que no hubiera mucho contacto puesto que podría ser extremadamente contagioso... ¿No es verdad, Selene? Tu hermana estuvo muy enferma esta semana. 

Sus últimas palabras las dijo mirando a Lysander, el niño pareció dudar antes de responder.

— Sí, mami... — murmuró con un hilo de voz mientras asentía. 

— Subiré a acostarla, debe estar cansada.

Con eso dicho Margaret se giró y caminó hacia las escaleras, Selene vio como su semblante cambió de un instante para otro, nublándose, retorciéndose con odio.  Mientras su madre se acercaba con paso constante, la niña observó como su padre tomaba la mano de Lysander y hacía un ademán para indicarles a los invitados que pasaran al salón principal, ahí ya no podrían verla. 

 En cuanto las visitas pasaron a la otra estancia, Margaret caminó deprisa y tomó a Selene de su cabello.

— ¡Te he dicho que no debes salir! — masculló entre dientes con ira, procurando mantener la voz baja.  Agarró el brazo de Selene y la arrastró hasta el ático, la niña no se atrevió a hacer sonido alguno, simplemente miró a su madre con los ojos llenos de lágrimas y luego se quedó en silencio en la oscuridad.

Al cabo de un rato, cuando los amigos de sus padres se marcharon, Margaret volvió por ella y se aseguró de que su hija comprendiera por qué no debía ser vista, si sus palabras no hubieran sido suficientes, los golpes que le asestó debieron ser claros. Puesto que la niña asintió y luego huyó de ahí, corriendo hacia su habitación, las lágrimas surcando su pálido rostro.

Margaret la dejó ir, esperando que la situación no se repitiera de nuevo.

Luego de eso, Selene salió de sus aposentos cuando sabía que sus padres estarían dormidos y se dirigió al cuarto de su hermano, ella sabía que su madre también le había pegado, la culpa era de ambos, por no hacer lo que se les ordenó. 

Y justo ahora, abrazó a Lysander, no podía prometerle que no volvería ocurrir, porque sabía que sería una mentira.

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Nos leemos en la próxima actualización.


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