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La amnesia de los relojes cuando me acariciaba;

cuando la poesía qe componíamos me mostraba

cuando como cobre y estaño nos fundíamos.


Los versos ante nuestra sinestesia valientes se alzaban,

más culto rendían a una paradoja qe mostraba estrellas

qe encendían los astros con nuestras alegorías.


A un mar qe ahogaba una lenta agonía callábamos.

Y, adoptando un tacto diferente al arroparlo, la seda

lloraba la injusticia de un mañana sin disfrutar de sus brazos.


La piel se convirtió en papel de regalo;

mis piernas, en un infinito abrazo.


Aún recuerdo cómo contraía su pecho,

en su intento de explosionar,

alcanzando su más gloriosa tesitura.

Más le prometí solo separar el beso de los párpados

si en mi más hermoso horizonte se convertía.


Y si aquello era el infierno, mi Dios,

se parecía al más bendito cielo.

· Floreceré y te pareceré poesía ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora