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Cada una de sus caricias

qe sabían a fuerza y a derrota

en mis restos esculpí.

Nuestra literatura y caligrafía cultivé.

Más en sus manías y extravagancia

                                                [me instruí.


Aprendí a volver

                                             a volar

a valorar

y a velar.


Desde una sombra llena de ingenuidad,

el bello valle de su pecho admiré.

Y, rozando sus flores con mis dedos,

cada uno de sus miedos repasé.


En las yagas del recuerdo la melancolía ahondé.

Más todas las noches qe me ha dolido deletreé.

Ningún poema de amor acicalé,

y su presencia cada verso abrazó.

En la complejidad de necesitarlo indagué,

y acabé confundiendo el invierno con el amor.


El cielo, incapaz de dejar de deplorar, oscurece.

Y, a mi par, una amapola muere.

· Floreceré y te pareceré poesía ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora