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MATEO.

No quiero pensar en lo que pasó en la última cita con Diego.

Quiero quedarme con lo bueno, con lo bonito, con lo tierno, con nosotros tomados de las manos en el parque, con nosotros dándonos un tierno beso en la puerta de su casa. No lo que siguió. No. No mi error, mi accidente, no cuando perdí el control.

Pienso en el sonido de nuestros pasos en el pavimento, en la sensación de estar en casa, no puedo pensar en lo que pasó después, no con el maestro dando clase frente a mí.

Me concentro en lo que dice, hasta que mi mente vaga de nuevo en los recuerdos, en el sabor de sus labios sobre los míos, en como mis manos deambularon al igual que las suyas, en el roce de nuestros cuerpos, en nuestra obvia necesidad.

Paro.

Mis mejillas arden y pido permiso para ir al baño, necesito respirar. Cuento hasta tres en el cubículo del baño. Y cuento de nuevo hasta que aclaro mis pensamientos.

Recuerdo la voz de Alex en la oscuridad del cuarto y como es que Diego y yo nunca nos habíamos separado tan rápido. Ambos habíamos perdido el control. Recuerdo sentir el peso de nuestras acciones, nuestras caras completamente rojas... pero no recuerdo arrepentimiento. Me gusta siempre tener el control sobre mí mismo, pero el roce de sus labios había mandado esa idea a algún rincón muy lejano de mi cuerpo. Y aunque me arrepentía de haber perdido el control no me arrepentía de lo que pasó. Solo esperaba que Diego entendiera eso y que se sintiera igual, no nos podíamos mirar a los ojos entre clase desde ese día y yo no entendía si eso tenía que ver con nuestro miedo de lo que pasó o que volviera a pasar allí mismo sin tener a Alex para interrumpirnos.

Lo ponía en una balanza y ambos casos me daban miedo.

Pero anhelaba más de lo que debía, más de lo que podía aceptar, que perder el control sonaba muy bien.

DIEGO.

Mateo y yo no habíamos hablado desde ese día, desde que Alex nos había interrumpido. Y mis pensamientos iban en dos direcciones: que había estado muy bien y el miedo que me producía lo que podía pensar mi novio de lo que sucedió. Pero el miedo me calcomía más que el deseo, el miedo me paralizaba. Así que no había logrado hablar con él, no más que unos cuantos mensajes. Y temía que si hablaba con Temo o con Ari terminaría siendo demasiado obvio lo que había pasado, si desde antes ambos nos molestaban con ese asunto decirles cómo perdimos el control sería desastroso.

Y era normal, tanto Mati como yo somos adolescentes, ambos estamos en esto de tener una relación seria con alguien de nuestro mismo sexo por primera vez y creo que nunca pensamos que pasaría si alguna vez nos dejáramos ir más allá de los besos... si alguna vez nuestras manos deambularan, si alguna vez de repente nuestra ropa faltara. Nunca lo habíamos pensado. Y es que era fácil, mis roomies casi nunca estaban en casa y Mati y yo solíamos pasar demasiado tiempo solos en esa casa... si lo pensábamos desde afuera era algo completamente lógico, pero los sentimientos no entienden de lógica y los míos estaban dando vueltas desde aquel día.

Hacia mucho que yo no tenía esos pensamientos, hacía mucho que no... y no me había dado cuenta, estaba tan consumido en mi burbuja de amor y en mi constante pensamiento de cuidar los limites de Mateo, de lo que lo hace sentir cómodo que por un momento me olvide de lo más importante: Como me sentía yo. Cuál era mi postura ante eso. 

Hasta donde sería capaz de aguantar el limitarnos tantas veces. Hasta donde podía soportar el no poder tenerlo de esa forma, el no poder sentir esa conexión, esa confianza. Los chicos siempre hacían bromas pero yo las descartaba, nunca, jamás, estaba ese pensamiento en mi mente... hasta ayer. 

Y la culpa la teníamos los dos.   

***

Las vacaciones nos atraparon. Pero aquí está su actualización. Diana y yo les deseamos un feliz año atrasado y que disfruten lo que se viene.
LOS AMAMOS. 

𝓑𝓮 𝔀𝓲𝓽𝓱 𝔂𝓸𝓾 || 𝓜𝓪𝓽𝓲𝓮𝓰𝓸.Where stories live. Discover now