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1/2.

Muy sumidos estábamos hasta que escuché esa maldita voz que conocía perfectamente. — Mateo Symanski dando espectáculos. Pero, según tú, los odiabas ¿No es así?

Y todo se rompió. Keren me observaba con molestia. Diego la observaba a ella. Y yo solo veía a mi hermana cruzada de brazos frente a mi. 

MATEO.


Sentí a Diego tensarse bajo mi agarre, mis pulgares se movieron en círculos sobre su camisa, quería darle seguridad, que no se incomodara ante la presencia de ambas aunque estaba seguro que él solo conocía a Anya.
— ¿Te comió la lengua el ratón, Mateo?
Miré a Keren. — No tengo nada que decirte. — Ella se acercó más a ambos.
— Así que tú eres ese chico... — Quise mover a Diego, protegerlo, pero él se había parado con seguridad analizando también a Keren sin decir nada. — Soy Keren, solía estar con él hasta que lo desviaste a otros gustos.
— Mejor vete, Keren.
— Vamos, Mateo, solo bromeo. Cuentan con todo mi apoyo. Estoy segura de que Arlet está encantada conmigo, es una suegra maravillosa. Pero vamos, ¿Cómo lo tomó Abraham? Debe estar feliz al tener con quién profundizar sus pláticas. ¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras?

Sabía exactamente lo que Keren buscaba hacer. Y no quería que continuara, ella no tenía que lastimar a mi novio. — No te interesa.
Respondí buscando la ayuda de mi hermana, que se la llevara, pero parecía estar procesando todo, nuevamente quise llevarme a Diego de ahí pero él no parecía tener prisa por irse. — Oh... Ya entendí. Aún no los conoce. ¿Por qué no lo has presentado? Eso es de muy mala educación, Mateo. ¿Cuanto llevan juntos? Terminaste conmigo hace un par de meses ¿No?

— Pareces muy interesada en ello, ¿Cómo dices que te llamas? ¿Karla? Lo que hagamos mi novio y yo es algo privado, ya sabes, un noviazgo solo es de dos personas. — Habló Diego llamando la atención de los tres. Oculté una sonrisa divertida.
— Es Keren.
— Una disculpa, hay nombres tan comunes que se pueden confundir con cualquiera, casi como las personas.
— Mateo, no deberías permitir ciertos comportamientos. — Mencionó Anya en un tono que me molestó.
— No soy quién para prohibir a mi novio ejercer su libertad de expresión, Anya, además, nos están interrumpiendo.

Anya parece molesta, pero solo murmura "Estás mal" y se va de ahí sin despedirse, es Keren quien sigue muy pendiente de mi novio la que se acerca más de lo que debería a ambos. — Cuidado, niño. Mateo se aburre fácilmente de quién lo quiere.
— Yo no soy tu. Soy capaz de hacer que mi relación funcione porqué él también lo quiere así.
Nos da una sonrisa falsa y da la vuelta saliendo de ahí, suelto el aire que estaba reteniendo sin darme cuenta y sin más abrazo a Diego calmando así un poco mi interior. Él no me corresponde pero no lo suelto, no quiero hacerlo, sé que es agotador pero es solo el comienzo de lo que nos espera.

DIEGO.

No estoy bien, pronto me siento demasiado abrumado, demasiado perdido e incluso asustado a pesar de que no lo muestro. Hay un nudo en mi garganta y sé que si sigo con Mateo de esa manera terminaré cediendo a las lágrimas, no puedo, no ahí. — Salgamos de aquí.

Mateo asiente, toma mi mano y ambos nos vamos del almacén, caminamos, no quiero tomar ningún uber, necesito el aire fresco, esa conversación con Keren me tomó por sorpresa, ni siquiera estaba seguro de que algún día terminaría conociéndola pero sucedió. Me di cuenta desde el momento en que nos habló quién era, la mirada que le daba a Mateo, y la furia al verme a su lado. Tendría que haber sentido algo, tal vez culpabilidad por quitarle el novio pero no fue así, solo un gran enojo. Un enojo por su manera de hacerme sentir mal, porque ella sí conoce a los papás de Mateo, porque ella sí ha tenido una buena relación con ellos, porque sabe que Mateo no ha llegado a ese punto conmigo y aún si llegara, a mi no me aceptarían. Nunca lo harían, ni siquiera mi cuñada lo hacía.

Suspiro, eso llama la atención de Mateo y es cuando recuerdo que él sigue conmigo, de hecho, es quien me está guiando aun tomados de la mano, y sé que está pendiente de mi, esperando a mi reacción que solo ha sido sumirme en un autodesprecio interno. — Vaya ex tienes. — Hablo por fin, siendo a Mateo volver a tensarse pero lo llevo al parque que tenemos cerca, es ahí donde hemos tenido ya algunas citas y ahora, aprovechando la noche hay menos personas, siento que podremos hablar sin problema. Nos sentamos en una de las bancas y nos quedamos en silencio unos minutos pero no suelta mi mano y es cuando entiendo que tiene miedo de lo que vaya a hacer.

— Lo siento. No pensé que ellas...
— No debes disculparte. No es tu culpa. Ellas aparecieron en ese lugar, tú no las invitaste, ni siquiera sabías quién asistiría.
— Aún así. Lo que Keren dijo.
Lo detengo posando mi mano libre sobre sus labios. — Está dolida, Mateo. Terminaste con ella por alguien más, que resultó ser un hombre. Aunque, bueno, creo que ella era muy importante para ti.

Ahora es él quién niega. — Detente con tus pensamientos. Keren era mi novia, la conozco desde hace mucho tiempo, nuestros padres son amigos, y ella casi creció conmigo. Cuando tuvimos la edad, mis padres insistieron en que nuestra relación sería una bendición. Ya había molestado lo suficiente a mi padre con mi decisión de estudiar política, les debía por lo menos un orgullo. Me gustaba Keren, bastante. Pero somos muy diferentes y en nuestra relación se mostró eso, y yo no sentía lo que debía con ella. Pero a ojos de mis padres, es una excelente candidata para un buen matrimonio.

Estoy analizando sus palabras, matrimonio. Los papás de Mateo la ven como la perfecta esposa para él. Ellos quieren que él tenga una esposa, tal vez que tenga hijos, a pesar de lo joven, lo quieren con una señorita. No con un hombre. Mucho menos conmigo.

— Mis padres... Son muy orgullosos, y muy allegados a nuestras creencias, Diego.
— Ellos no aceptaron esto. ¿Verdad?
Se queda unos segundos en silencio. — No me interesa. Quién me importa eres tú, quien me hace feliz eres tú. No ellos. En algún momento lo entenderán.
— Tal vez entiendan en un futuro que te gustan también los hombres, Mati. Pero ¿Qué pasará si ellos me conocen? Anya te aceptó pero yo no soy santo de su devoción. ¿Qué pasará con tus padres? ¿Qué pasará si no me aceptan por ser tan... yo?

Sus brazos ahora me rodean, y me siento en casa. Dejé salir mis miedos en mis preguntas y las lágrimas comienzan a salir sin detenerse. — Ellos no me van a aceptar, Mati, Ni siquiera mi padre lo hacía.
— Entonces tendrán que aprender a vivir sin un hijo.

Su seguridad me hace mirarlo. Mi corazón late con fuerza y aún estoy llorando. — Ellos no van a impedir que te ame como lo hago Ahuv Sheli.
Trago en seco al escucharlo. — ¿Me qué?
Preguntó en un murmullo, tal vez escuché mal. Sí, seguramente fue eso.

— Te amo, Diego Ortega Elizalde.

𝓑𝓮 𝔀𝓲𝓽𝓱 𝔂𝓸𝓾 || 𝓜𝓪𝓽𝓲𝓮𝓰𝓸.Where stories live. Discover now