Capítulo Doce

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Capítulo doce.

Él habla y habla.

Papá escucha.

Yo niego con la cabeza mientras mis manos tiemblan.

El diagnostico está mal, él no sabe lo que dice.

Estoy mordiéndome el labio inferior con tanta fuerzan que no me sorprendo cuando saboreo la sangre.

Mi pierna no deja de moverse y la mano me tiembla tanto que papá la sostiene entre las suyas. Mi mirada se topa con la suya y noto la absoluta tristeza en ellos, lágrimas apenas contenidas y el desconsuelo latente.

— ¿Entiende de lo que hablo, señorita Anderson? —pregunta el doctor.

Volteo a verlo. Las primeras lágrimas comienzan a caer cuando entiendo que no es su culpa, su falta de tacto es un efecto de haber dado este diagnóstico muchas veces, solo desearía no haber sido receptora de ellas, no puedo creerlo. No puedo.

—Mi bebé no tiene cáncer —digo con la voz quebradiza y sacudiendo la cabeza en negación—. Hicimos la tomografía con doble contraste para confirmar que todo estuviera bien, pero no hay nada malo. Arthur no tiene eso, no lo tiene.

No puedo permanecer más tiempo sentada, así que levantándome camino hasta la puerta y salgo de ese consultorio. Siento que me asfixio, que las paredes se cierran a mi alrededor mientras papá me llama una y otra vez viniendo detrás de mí.

Dejo de caminar y giro para verlo acercarse, cuando está lo suficientemente cerca me arrojo a sus brazos mientras lloro. No se tratan solo de lágrimas, grandes sollozos me sacuden el cuerpo, desgarrándome y convirtiéndome en pedazos ante una realidad dolorosa que no quiero ver.

—No puede ser, papá, no puede. Tiene solo siete años.

Me aferro a su camisa con las manos hecha puños, lloro sobre él y dejo que muchas palabras se derramen de mí. No entiendo cómo esto está sucediendo y no entiendo cómo lidiar con el miedo que poco a poco pone sus garras sobre mi cuerpo.

Mi bebé no, por favor.

Papá solo me sostiene en medio del pasillo, llora conmigo y me permite rabiar sobre todo, incluso cuando aseguro que en este momento Dios no existe para nosotros, no me detiene porque él sabe que estoy ardiendo en un fuego que me está destruyendo.

—No puedo, papá, no puedo.

—Sí podemos, enfrentaremos esto. Volveremos y escucharemos al doctor, haremos todo, escúchame bien hija, todo por salir adelante. Por Arthur, por nosotros, por nuestra familia. Podemos con esto ¿Me escuchas, Leslie? Podemos.

Asiento queriendo aferrarme a sus palabras de la misma manera en la que me aferro a su abrazo porque este dolor quema demasiado, este dolor me está destruyendo.


Estoy nerviosa en el momento en el que salgo de la casa de Eva y veo el auto de Andrew. Eva viene detrás de mí con una taza de café entre las manos y ambas vemos a Andrew bajar del auto vistiendo un jean ajustado y rasgado en las rodillas, un suéter negro de lana debajo de una camisa blanca, una gorra negra cubriendo su cabello y lentes de sol. Wow si hay alguien que puede volver cualquier vestuario en algo digno de Pinterest ese sin duda parece ser Andrew Wood.

Detengo mi caminata y Eva se detiene a mi lado, le doy un sutil codazo.

— ¿Cierto que en este momento se ve cómo un modelo de alguna revista promocionando el estilo casual en cámara lenta? —pregunto.

La inspiración de Andrew  (BG.5 libro #5)Where stories live. Discover now