Sin saber.

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Perdonen la demora, pero como he dicho la escuela no me deja mucho tiempo libre, espero puedan comprender, de igual manera espero que disfruten el capítulo, como siempre les agradezco enormemente el apoyo.

Los personajes no me pertenecen yo solo los ocupo sin fines de lucro.

Capítulo XI. Sin Saber.

Sin poder esperar un minuto más, Harriet se apresuró a la torre Ravenclaw, el camino desde la oficina del director fue para la pequeña azabache extrañamente largo, más cuando no sabía cómo actuarían sus amigos ante lo que habían vivido esa noche, si bien la habían defendido de los profesores, no sabia que sucedería cuando bajara la adrenalina, pues a pesar de su creciente confianza entre ellos, no creía que el verla matar a un troll fuera una experiencia grata para ninguno de ellos, y si era sincera consigo misma, la sola idea de perderlos, hacía que su ansiedad creciera muy por encima de lo normal.

Sabía desde que encontró a su madre que ella no era completamente normal, una prueba de ello era su infancia, y aunque apenas podía recordar su vida antes de su encuentro y la amaba más que a nada, ambas solían permanecer recluidas en su casa por conveniencia de ella, por lo que tenían poco o ningún contacto con otras personas aparte de ellas mismas, siendo las pocas veces que lo tenía personas mucho mayores, que en su mayoría la solían tratar con pinzas por temor a su madre, solo el viejo Aberforth era el único que hablaba con ella como una persona, pero siendo sinceros una persona de más de un siglo de vida no podía ser catalogada como amiga de una niña.

Por eso Hermione, Ron y Draco eran como un oasis en el desierto, ni siquiera sabía exactamente cómo se las había ingeniado para poder hacerse amiga de ellos, había sido tan natural, como si simplemente fuera algo que debía ser.

Y Harriet no podía estar más feliz por ello.

Sin embargo, estaba esa pequeña posibilidad de haberlo arruinado todo, podía recordar sus miradas cuando el troll cayo al suelo... la incredulidad... y aunque lo negara, el miedo en sus ojos.

- Existo hasta que dicen mi nombre, y en ese momento muero. - Fue sacada de sus pensamientos por el águila que custodia la entrada de la sala común, en cualquier otro momento había podido responder de inmediato pero había estado tan distraída que no había podido escuchar completamente el acertijo.

- Merlin... - Dijo frotándose los ojos, lo último que necesitaba era quedarse afuera de la sala común. - ¿Crees poder repetirlo?

Durante tortuosos segundos el guardián quedo en silencio, por palabras de los mayores, era actitud común en el, más cuando pasaba el toque de queda y alguien había quedado fuera. Afortunadamente para ella, la boca del águila se volvió a abrir y las palabras volvieron a pronunciarse. - Existo hasta que dicen mi nombre, y en se momento muero.

- El silencio. - Dijo por fin, esperaba de todo corazón que esa fuera la respuesta, no tenía la mínima intención de ir con el profesor Filius, más cuando tenía la sensación de que su madre posiblemente seguía con el.

La puerta se abrió lentamente como si la misma estuviera renuente a dejarla pasar, al entrar la ansiedad volvió con fuerza a ella, y cada paso que daba su dormitorio la sentía en aumento. Por un momento tuvo la idea de quedadse en la sala común, había visto a algunos hacerlo antes, y actuar en la mañana como si nada hubiera pasado, pero lo descarto por completo al saber que solo estaría posponiendo lo inevitable, así que se armo de un valor que en realidad no sentía y camino los últimos metros a la alcoba que compartía con Hermione, sin detenerse a pensar más, abrió la puerta casi de golpe, con la ilusa esperanza de ver a su amiga dormida en su cama, sin embargo su recibimiento fue todo menos lo que esperaba.

Harriet Potter. La princesa Le FayWhere stories live. Discover now