8. Adrián

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No podría explicar con palabras el fuego que me entró cuando Martina me contó lo de Juanjo, era como si el personaje rojo de la película Intensamente se hubiera apoderado de mí, pero luego me habló de su familia y del secreto que la había marcado ...

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No podría explicar con palabras el fuego que me entró cuando Martina me contó lo de Juanjo, era como si el personaje rojo de la película Intensamente se hubiera apoderado de mí, pero luego me habló de su familia y del secreto que la había marcado y comprendí un poco por donde iba todo. Martina estaba acostumbrada a un amor a base de chantajes y a aguantar cosas malas en nombre de ese amor. Aprecié también lo mucho que tuvo que haberle costado confiarme algo que no le había dicho nunca a nadie, y empecé a entender que no la conocía como pensaba.

Y eso, por un lado, me gustaba, se sentía bien ser su confidente y que me contara cosas que se guardaba dentro solo para sí misma; pero por otro lado me preocupaba, porque Juanjo no era lo que pensábamos y tras conocer un poco más de su historia, aunque podía entender en cierta forma por qué no salía de allí; me urgía que lo hiciera, que abriera los ojos y no dejara que nadie más le hiciera daño con respecto a su cuerpo. Y no era por lo que yo sentía por ella, jamás me metería en medio si pensara que era feliz con alguien, de hecho, hasta ese momento creía que lo era con Juanjo y hasta me caía bien, pero no podía concebir que hubiera alguien que la hiciera sentir tan insignificante, más aún porque lo hacía en su punto débil, en algo que ella no necesitaba de nadie más para sentirse mal.

Y a pesar de todo, no podía hacer más que estar a su lado en ese momento, acompañarla y esperar a que tomara una decisión positiva para ella. Ganas de buscar a Juanjo y decirle unas cuantas cosas en la cara, no me faltaban, pero no iba a ganar nada más que traerle a ella más problemas.

Me di un baño y me acosté a dormir, y al cerrar los ojos recordé momentos de nuestro pasado. Yo no solía ir a casa de Marti cuando éramos adolescentes, casi siempre nos encontrábamos en la mía, en la biblioteca o en la escuela. No sabía mucho de sus padres ni tampoco de su relación con ellos, y es que a esa edad uno no se fija en esas cosas.

Por otro lado, comencé a pensar en mi relación con ella luego de nuestro reencuentro. Hasta esa noche había pensado que éramos muy unidos y nos contábamos todo, pero había quedado claro que no era así y quería que eso cambiara. Deseaba ser para Martina el pilar que necesitaba en ese momento, los oídos que la escucharan o el hombro predispuesto si necesitaba llorar. Pensé en su forma de ser con nosotros, ella siempre nos escuchaba y aconsejaba, estaba allí para mí o para Merce siempre que la necesitáramos, pero no nos daba todo de ella. Yo creía que sí, pero no, se guardaba mucho y nos dejaba ver solo la superficie, y desde allí todo parecía perfecto.

Me pregunté cuántas veces no somos capaces de ver tras las sonrisas de nuestros amigos y conocidos, en cuántas ocasiones creemos que va todo bien y en realidad no es así. Pensé en Marcos, el hermano de Antonio, un amigo de la universidad que se suicidó. Antonio era mi compañero de piso y recuerdo que cuando se enteró de lo que había pasado con su hermano, su mundo se desmoronó por completo. Lo recuerdo sentado frente a la ventana con la mirada perdida en el horizonte, siempre ensimismado, aislado, lejano. Una vez me dijo que lo que más le costaba de todo era que no comprendía a Marcos ni sus decisiones, que siempre había parecido un chico feliz, que de hecho era el alma de su casa.

¿Cuánto conocemos realmente de las personas que amamos? ¿Por qué a veces no escarbamos más a fondo? ¿Qué podía hacer yo para ayudar a Martina a salir de todo esto?

La admiraba porque era fuerte, era como si toda su vida hubiera vivido en guerra, contra las mentiras y secretos de su familia, contra el bullying de nuestros compañeros, contra su forma de ver su cuerpo y, ahora también, contra las ideas distorsionadas de la persona que supuestamente la amaba. Y, aun así, a pesar de todo, estaba en pie, era buenísima en su profesión, una excelente amiga y gran persona, siempre tenía una sonrisa y un gesto para los demás. ¿Por qué todo era tan injusto?

Suspiré y traté de dormir, estaba agotado y confundido, pero seguro de que ella me necesitaba y yo no iba a fallarle, no esta vez.

Suspiré y traté de dormir, estaba agotado y confundido, pero seguro de que ella me necesitaba y yo no iba a fallarle, no esta vez

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Una chica como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora