20. Martina

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¿Qué era eso que lograba Adrián cuando me hablaba así? No lo sé, pero mi cuerpo entero reaccionaba y se me erizaban todos los vellos del cuerpo

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¿Qué era eso que lograba Adrián cuando me hablaba así? No lo sé, pero mi cuerpo entero reaccionaba y se me erizaban todos los vellos del cuerpo. Lo abracé como si fuera un peluche o una almohada y él se dejó estar. Era íntimo y cómodo, y aspiré su aroma para poder emborracharme de él.

A lo mejor no era el mejor momento para estar así con un chico luego de lo que había vivido ese día, pero él no era cualquier chico, era mi mejor amigo y de pronto me estaba mostrando un mundo nuevo para mí. No presionaba, no apuraba, no hacía nada más que hablar y enredarme con sus palabras y sus ideas alocadas sobre una relación sexual que, según él, tendríamos en el futuro. Y el calor hizo que me pegara más a él.

Su manera tan explícita de hablar era excitante, y a la vez lo hacía de forma respetuosa. Me encendía la mente y el cuerpo, y me encantaba saber que no había ninguna clase de presión. No haríamos nada que yo no quisiera hacer, el problema era justo que yo lo deseaba cada vez más. También fantaseaba con él y con todo aquello que prometía con pasión.

Su mano izquierda estaba en mi hombro y yo lo había abrazado por la cintura, mi pierna izquierda reposaba sobre su regazo y de pronto mi cuerpo se movió sin pedirme permiso. Mi pierna se acercó más a su zona íntima y la mi entrepierna quedó pegada a su muslo izquierdo. Al sentirme, él bajó su mano de mi hombro, por mi brazo, hasta colocarla sobre mi cadera. Y eso despertó un calor que yo no conocía, deseaba que su mano siguiera acariciándome, que buscara mi trasero y lo apretara. ¿Era eso normal?

Mi pierna se movió un poco más sobre su miembro y lo sentí, el proceso, los latidos, lo noté endurecerse lentamente. No me moví, él tampoco lo hizo, ambos éramos plenamente conscientes de lo que sucedía y no se sentía incómodo. Me besó en la frente y suspiré. Deseaba besarlo con una locura que no reconocía en mí y sonreí como una tonta.

—¿En qué piensas, picarona? —preguntó.

—En las protagonistas de los libros que leo, en lo que ellas harían en estas situaciones...

—¿Y qué harían?

—Se dejarían llevar... —añadí.

—¿Quieres dejarte llevar?

—No sé cómo hacerlo —susurré con temor.

—Cuando lo sepas, déjamelo saber...

Y entonces hice algo que nunca se me hubiera pasado por la cabeza hacer, tomé su mano en la mía y la ubiqué sobre mi nalga, él sonrió y me apretó justo como lo había deseado. Su entrepierna se despertó aún más.

Luego dejó allí su mano, en el sitio donde le había permitido tocar, por sobre mi ropa, pasando de apretar y amasar, a dibujar figuras con su índice. Se sentía bien, natural y sexy al mismo tiempo.

Quería besarlo y tocarlo, quería pasar mi dedo por su excitación, pero no me animaba. Levanté la mirada para verlo y él me regaló una sonrisa que me daba mucha confianza, como si pudiera leer mis pensamientos.

Una chica como yoWhere stories live. Discover now