34. Martina

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Salimos del agua cuando su madre llamó a Adri y a Pablo para que le ayudaran no sé con qué, yo iba a ir con ellos, pero Leti me llamó cuando pasé a su lado mientras tomaba sol sobre una toalla

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Salimos del agua cuando su madre llamó a Adri y a Pablo para que le ayudaran no sé con qué, yo iba a ir con ellos, pero Leti me llamó cuando pasé a su lado mientras tomaba sol sobre una toalla.

—Oye, Marti, ven.

—¿Sí? —pregunté.

—¿Tomas un poco de sol conmigo? Estamos casi tan blancas como la leche —dijo y sonrió haciéndome un gesto para que me recostara a su lado—. Estira una toalla y acuéstate.

Lo pensé, estar en bikini era mucho, pero tirarme a tomar sol como si fuera una sirena era todavía más.

—Vamos, hazme compañía un rato, necesito una charla con un adulto por unos segundos para dejar de hablar de dibujos animados.

Sonreí, me gustaba Leti, era divertida y desenvuelta. Estiré una toalla y me acosté a su lado. Al inicio me sentía rígida, no pude evitar pensamientos referidos a cómo me verían los que pasaran por ahí, o qué pensarían, pero ella me distrajo enseguida.

—Adrián está muerto por ti —murmuró.

—¿Lo crees?

—Es bastante obvio, Martina... Además, es la primera vez que trae a alguien a este festejo.

—¿Alana no vino nunca? —pregunté.

—No, a otras cenas familiares, sí, pero no a esta... Adri y Pablo tienen algunas ideas extrañas —murmuró como si me contara un secreto—, algo sobre que cuando eran unos niños prometieron que a esta reunión tradicional del aniversario de sus padres solo traerían a la que consideraban la chica de sus sueños —comentó—. Alana nunca participó, yo no lo comprendía, pero ahora que los vi, todo cobra sentido.

—Oh, no tenía idea —susurré con emoción y una sonrisa tonta se pintó en mi rostro.

—No le digas que te lo conté... Hacen bonita pareja...

—¿Lo crees? —pregunté. Ella me miró.

—¿Lo dudas?

—Bueno, ahora no tanto, pero al principio un poco sí, fuimos amigos por mucho tiempo, no creí que... —no continué porque no quería ahondar, tampoco la conocía demasiado, ella sonrió.

—Sí, eso de ser amigos y pasar a algo más puede dar un poco de miedo, pero yo creo que es la mejor manera de iniciar una relación porque hay confianza y esa es la clave...

Asentí.

Nos quedamos en silencio por un buen rato, yo sentía el calor del sol abrazándome mientras ya casi se despedía del horizonte y cerré los ojos. Me olvidé por un instante de todos esos pensamientos malos que solía tener y me permití felicitarme a mí misma por los pequeños logros, como ponerme un bikini, no esconderme de nadie o tirarme al sol. Era una tontería que muchas personas lo hacían sin pensar durante toda su vida, y sin embargo para mí, había sido algo que me había prohibido siempre por miedo al qué dirán.

Comenzaba a entender que muchas de las barreras tenían que ver con lo que había vivido y los estándares de la sociedad, pero otras, me las había puesto solita, y quería liberarme de todas ellas.

Una bola de tierra me cayó en el hombro seguida por una risita aguda, Alexis estaba al lado nuestro arrojándonos arena.

—Se acabó la paz —dijo Leticia—, ¡Alexis! —regañó.

—La abuela dice que Nico se hizo popó y no encuentra los pañales —dijo el pequeño.

—Ya voy —suspiró Leticia y se puso de pie.

Leticia fue hacia la casa y Alexis se quedó a mi lado.

—¿Sabes hacer castillos de arena? —preguntó.

—Sí, ¿quieres que hagamos uno?

—¡Sí! —exclamó con emoción y en cuestión de dos minutos trajo un montón de juguetes de plástico que estaban desparramados por todas partes. Me senté y comencé a cavar con él en la arena, luego lo mandé a traer un balde con agua del lago y continuamos trabajando en el castillo que estábamos construyendo.

Sin que me diera cuenta, estaba llena de arena y sentada en posiciones impensables jugando con el pequeño como si fuera una niña más, y lo mejor de todo es que fue divertido.

Un buen rato después lo sentí llegar.

—¡Mira, tío! —exclamó Alexis de pie ante nuestro castillo— ¡Lo hemos hecho con la tía Martina!

Me gustó que me llamara así y sonreí emocionada.

—Está buenísimo, Alex, me encanta... Tu madre quiere que vayas a tomar la leche.

El niño asintió luego de pedirle a Adrián que le tomara una foto al castillo para mostrárselo a sus padres, y también una de los dos con nuestra obra. Adrián lo hizo sin chistar y luego el niño corrió hacia la casa mientras yo me sacudí la arena.

—Sexy, estás sexy con toda esa arena por el cuerpo —murmuró y se sentó a mi lado.

—¿Dónde estabas? —pregunté.

—Ayudando a mi madre, pero luego me senté a mirarte, llevo un buen rato haciéndolo... Viéndote tomar sol y luego jugar con Alex. ¿Sabes lo que pensé?

—No, dímelo...

—Que te sentías a gusto en tu piel, Marti... y me gustó verte así...

Sonreí.

—Creo que ha sido bonito, una experiencia tonta que nunca me había animado a probar... —admití y lo miré a los ojos—. Me siento libre, ¿sabes? A lo mejor es que al fin lo estoy consiguiendo, Adri... quererme, aceptarme, sentirme bien conmigo misma.

—Y eso me pone muy orgulloso —dijo y se colocó detrás de mí, abrió sus piernas y me empujó entre ellas, yo me recosté por su pecho y coloqué mi cabeza en su hombro. El cielo comenzaba a teñirse de los hermosos colores del atardecer y yo nunca me había sentido tan plena, tan viva—. También me pone cachondo —susurró en mi oído.

—¿Siempre eres así? —pregunté con una risa boba.

—Solo contigo, tú despiertas mis instintos animales —admitió.

Sonreí.

—Me gusta eso, me gusta ser capaz de despertarte todo...

—Qué bueno, porque no quiero que dejes de hacerlo nunca, Martina.

—Qué bueno, porque no quiero que dejes de hacerlo nunca, Martina

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Una chica como yoWhere stories live. Discover now