37. Adrián

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La ceremonia comenzó puntual, habíamos preparado un arco con flores en medio del jardín y sillas blancas adornadas con las mismas flores

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La ceremonia comenzó puntual, habíamos preparado un arco con flores en medio del jardín y sillas blancas adornadas con las mismas flores. Mi madre estaba vestida de color violeta claro, mi padre tenía un traje beige con corbata a juego con el vestido de mi madre. Se veían felices, enamorados, completos. El sacerdote hizo la lectura y luego dio unas palabras muy bonitas sobre el amor y el matrimonio, luego nos llamaron a los hijos para que pasemos y nos dio una bendición especial a los cuatro.

Posterior a aquello, la gente pasó a degustar la cena, mi madre había ordenado un catering que colocamos en la sala de estar sobre una mesa larga así las personas podrían servirse a su antojo. Había un par de camareros sirviendo copas y Pablo y Leticia habían adornado el pórtico con fotos de toda la vida en común de mis padres, incluyéndonos en varios momentos.

Martina estaba mirando esas fotos cuando me acerqué a ella, se veía preciosa con un vestido de color verde claro que le quedaba a media pierna, me gustaba verla experimentar con nuevos modelos, colores y formas que antes no se había animado a usar. Me gustaba verla mirarse al espejo y sentirse bien con lo que este le devolvía.

—Mira... aquí estoy yo —dijo ella y nos señaló. Era mi cumpleaños, en la torta estaba el número dieciséis. Era una comida familiar, en la foto se nos veía alrededor de la mesa, ella estaba a mi lado y nos reíamos.

—Qué bonita —susurré y la besé en la mejilla.

—Me cuesta mucho mirar mis fotos de esa época —admitió y acarició su figura con su dedo índice—, no solo no me gusta lo que veo, sino que siento que estaba demasiado sola... muy perdida... ¿Te has preguntado alguna vez qué le dirías a tu yo del pasado?

—Le diría que no fuera idiota y gritara a los cuatro vientos lo enamorado que estaba de ti, aunque todo el colegio se burlara de mí, de nosotros —admití. Ella volteó a mirarme—. Guardo mucha culpa por eso...

—No seas tonto, no puedes pedirle a tu yo de esa edad que piense o actúe con la madurez que tienes ahora...

—Tampoco puedes hacerlo tú, no seas dura con esa Martina... solo se protegía... solo se cuidaba... solo sobrevivía, y eso ya es mucho, Marti, porque tu vida no era sencilla.

Asintió.

—Tienes razón...

—Sé que tiene que ser horrible, a causa de todo eso te perdiste muchas cosas típicas de la edad, no es justo... lo sé... pero no puedes hacer nada ya, solo dejarlo fluir y mirar para adelante...

—Sí, es cierto... no quiero mirar mis fotos dentro de diez años y pensar que sigo igual, que sigo atrapada en la telaraña...

—¿Qué quieres ver en diez años? —pregunté.

—Quiero verme feliz, plena... quiero sentirme bien con la persona que sea en ese momento, con el camino y las decisiones tomadas. Sé que nunca será perfecto, pero puede ser bueno... puede ser suficiente... —comentó con la mirada perdida en la foto.

—Entonces creo que lo que deberías decirle a la Martina del pasado es que lo va a lograr, que un día conseguirá superar sus propios temores y mostrarse al mundo como realmente es, que llegará el día en que el espejo le mostrará algo bonito de lo que no se avergonzará más... ¿No lo crees?

Volteó para mirarme y tomó mi rostro en sus manos, me plantó un beso y luego sonrió.

—También voy a decirle que un chico como tú puede fijarse en una chica como ella, que solo tenga paciencia, que será feliz —admitió, yo sonreí.

—Eso podría decirle yo al Adri de aquel entonces... que tenga paciencia, porque logrará enamorar a la mejor de las chicas

—Así es... —suspiró—. La tendrá loquita por él —admitió con un gesto dulce y yo sonreí.

—También voy a decirle que el sexo será buenísimo —susurré en su oído.

—Adrián —se quejó divertida.

—¿Qué? Estoy seguro de que es lo primero que me va a preguntar, el Adri de dieciséis pensaba en eso todo el tiempo y tenía muchos temores de no estar a la altura o hacerlo mal... Decirle eso le dará mucha paz —admití.

—¿Y el Adri de veintiocho cada cuanto piensa en sexo? —preguntó colocando la foto en su lugar y guiñándome un ojo.

—Cada vez que ve a su chica —bromeé—, el Adri de veintiocho tiene una gran imaginación... si vivieras en mi mente y supieras todo lo que deseo hacerte correrías despavorida —añadí con picardía. Martina se echó a reír.

—O a lo mejor me encerraría contigo en una habitación aislada del mundo por el tiempo que fuera necesario para que me hagas todo eso, ¿no?

—No me provoques, Martina... compórtate —susurré y le mordí el lóbulo.

Ella se sonrió y se dio media vuelta para envolver sus brazos en mi cuello y besarme los labios.

—Estás guapísimo esta noche —comentó.

—Y tú estás preciosa, ese vestido es perfecto, pero no veo la hora de sacártelo... 

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Una chica como yoWhere stories live. Discover now