9. Martina

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Juanjo regresó casi cuatro días después como si nada, se mostró atento y cariñoso y por unos días vivimos con normalidad

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Juanjo regresó casi cuatro días después como si nada, se mostró atento y cariñoso y por unos días vivimos con normalidad. Eso era lo que me parecía más complicado de todo, que salvo aquellos momentos en los que se le escapaban palabras o actitudes hirientes, era bueno y parecía quererme bien. Durante aquella época me pregunté más de la cuenta sobre mi madre y todo lo que había aguantado. ¿Era eso el amor? ¿Aguantar la imperfección del otro incluso si esta te hacía daño? ¿Y cuál era el punto de no retorno?

Y no hablemos de mis otros temores. Yo no quería quedarme sola en la vida, quería amar y ser amada. ¿Qué pasaría si terminaba con Juanjo? ¿Habría otra persona en el mundo que me encontraría atractiva y tendría ganas de estar conmigo? Conscientemente sabía que ese pensamiento no tenía sentido, pero algo dentro de mí siempre me recordaba que yo no era lo suficientemente linda para que alguien me viera y me deseara. Y no se trataba de un simple deseo sexual, ya había descubierto por las malas que había gente que tenía fetiches con las gordas, pero solo para pasar un rato. Yo hablaba de un todo más profundo, de un deseo de estar con el otro en todos los sentidos, de quererlo, de respetarlo, de amarlo.

¿Por qué creía eso? No lo sé, quizá porque a lo largo de toda mi vida me habían hecho sentir que no tenía nada bueno para ofrecer al mundo. A lo mejor porque estaba segura de que el amor comenzaba con los ojos y lo que yo mostraba no era nada agradable. Quizá porque cuando andaba por la calle me habían gritado muchas más veces «¡Gorda!» que algo así como «¡Qué guapa estás!». O porque las pocas veces que salí con Merce antes de estar con Juanjo, los chicos siempre la encaraban a ella y nunca a mí.

Me preguntaba si ese era el motivo por el cual mi madre había aguantado a mi padre tantos años. A lo mejor era momento de hacerle una visita y conversar con ella como nunca lo habíamos hecho, pero aún no me sentía lista.

Llamé a Nadia, mi psicóloga, y fijé una cita con ella. Necesitaba ordenarme de nuevo. Sentía que mi vida estaba patas para arriba una vez más. A veces pensaba que era como un armario que yo intentaba tener siempre en orden, pero era imposible, todos los días al despertar lo arreglaba, pero para la noche estaba todo dado vueltas y no lograba encontrar nada.

Pero no podía caer, no otra vez. Había logrado salir de esto un montón de veces y lo volvería a lograr. Aunque pensara que todo era nada más que un ciclo que giraba y giraba y siempre llegaba al mismo lugar.

Las redes sociales intentaban normalizar a las personas con sobrepeso, había algunas valientes que se animaban a salir en paños menores en sus fotos y otras que bailaban y mostraban sus cuerpos redondeados y fláccidos como el mío, incluso peor. Yo solía quedarme varios minutos viéndolas, las admiraba, claro que sí, pero me preguntaba si aquello era real, si en verdad eran capaces de verse hermosas o solo era una manera de sobrevivir, un intento de hacer callar a esas voces que nos opacaron durante toda la vida. Me preguntaba si es que, en el caso de tener una varita mágica o un genio de los deseos, ¿querrían ellas pedir un cuerpo escultural o al menos más normativo, o no lo harían?

Una chica como yoWhere stories live. Discover now