44. Martina

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No hacía falta que lo dijera, yo lo sabía, pero era bello escucharlo decirlo de todas formas

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No hacía falta que lo dijera, yo lo sabía, pero era bello escucharlo decirlo de todas formas. Aunque tenía razón, no sabía si era el mejor momento porque sus palabras no tuvieron el efecto esperado. No es que me molestaran, claro que no, yo también lo amaba, pero al oírlo tuve miedo. Quizá porque lo dijo cuando me sentía insegura. Es complicado el ser humano y son complejas las relaciones, puede ser que él hubiera decidido decirlo porque así lo sentía y pretendía hacerme sentir bien, y en cierta forma lo hizo. Adrián era la única persona de todo mi mundo que jamás me había hecho ni un solo comentario que me hiciera sentir mal o diferente, por eso confiaba en él a ciegas, pondría mi mano entera en el fuego por él porque sabía que de verdad me quería y lo hacía como yo era, sin pretender cambiarme.

Pero escuchar de sus labios su declaración me hizo tener miedo. Miedo a que acabara, miedo a que un día él también se cansara, miedo a que en unos años cuando la pasión frenara y la relación tomara un ritmo más tranquilo, una mujer hermosa se le cruzara y él cayera. Yo sentía que lo nuestro era para rato y él también lo sentía, me lo había dicho varias veces, y a mí eso me asustaba porque en el mundo que yo había habitado, las relaciones no eran duraderas, el amor y la pasión se acababan y solo quedaba la costumbre.

Nunca lo había pensado, pero aquel miedo se desbloqueó cuando él me dijo que me amaba. Pensé en mi abuela y sus palabras acerca de las relaciones. En que lo que a ella le importaba era ser la principal, aunque tuviera que aguantar un montón de secundarias, su refrán era algo así como que lo importante era ser la catedral, no las capillas. Pensé en mi madre y lo mucho que tuvo que soportar por no quedarse sola, y me pregunté si en realidad el padre de Adri era un hombre fiel o su señora también callaba, o a lo mejor no lo sabía. ¿Qué sucedería si yo subía diez o veinte kilos cuando me embarazara? ¿Me seguiría viendo sexy?

Mis pensamientos estaban desordenados y noté que eso era uno de los primeros síntomas de que las cosas no andaban muy bien conmigo misma. Los últimos meses, en los que me había sentido bien, había logrado controlar a mi cabeza y mis temores; pero apenas algo se movía, volvían los pensamientos desordenados, las ideas extrañas y los miedos sin fundamento.

Suspiré, cerré los ojos y traté de no dejarme llevar por ellos.

«El secreto está en que tengas las herramientas para enfrentar esos pensamientos, es en eso en lo que trabajamos». Decía Nadia a menudo. No debía desalentarme, ahora tenía más herramientas.

Pensé en mis logros. Había mantenido un peso estable sin atracones por varios meses, no había tenido necesidad de saturarme a comida ni de matarme de hambre, me había animado a vestir ropas que jamás habría usado antes y había logrado sentirme bien con la imagen que me regalaba el espejo. Había logrado explorar mi cuerpo a través del sexo y lo había disfrutado plenamente sin miedos ni tapujos, había logrado también exhibir mi cuerpo, tanto en la intimidad con mi pareja, como en un día de playa en bikini, había logrado comer saludable y había mantenido mi rutina del gimnasio todo ese tiempo. Era un buen avance, parecía estable. No se trataba tanto de ganar o perder peso, sino de aceptarme y dar pequeños pasos hacia mi bienestar físico y mental.

Pero nadie lo veía, seguía siendo «la gorda» para todos.

Y estaba agotada.

Sentí que Adri se quedó dormido y me relajé en sus brazos. Sentir su respiración acompasada resultó un bálsamo en ese momento. Y él me amaba, Adrián Matos, el chico guapo de la escuela, el que salió con chicas como Shirley, Mónica, Anika o Alana, me amaba a mí, a Martina Salazar, la chica gorda, la de las ropas holgadas, la que nunca iba a una fiesta de piscina o casi moría de un infarto en clases de deporte, a la que hacían sonidos de chancho cuando pasaba al lado de ellos...

Y tuve miedo de perderlo. Supongo que ese miedo siempre existe cuando se da una relación, pero de pronto se volvió intenso y me asfixió un poco. ¿Sería yo suficiente para mantener su amor en el tiempo? ¿Estaría dispuesta a escuchar los nuevos comentarios que pronto comenzarían? Ya podía oírlos: «¿Qué hace un chico tan guapo como él con una gorda como esa? Definitivamente el amor es ciego».

Una lágrima cayó por mis ojos anticipando el dolor.

¿Y si él me dejaba? ¿Podría superarlo? Lo amaba, como nunca había amado... me había entregado completamente a él, le había dado mi mundo entero, mi ser, mis miedos, mi cuerpo... ¿Qué haría si él también me dejara?

Y una vez más pensé en mamá. ¿Será que cuando amabas tanto a alguien estabas dispuesta a aguantar que buscara fuera lo que no podías darle? ¿Será que fue eso lo que sucedió?

Tenía que ir a su casa, tenía que hablar con ella. Tenía que sincerarse conmigo por primera vez en su vida, contarme su versión de mujer, no de madre. Quería saberla, necesitaba hacerlo.

 Quería saberla, necesitaba hacerlo

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Una chica como yoWhere stories live. Discover now