Desperté con el mensaje más raro que había leído en mi vida, pero sonreí porque solo a Martina podía ocurrírsele tal tontería.
No le contesté, no sabía qué decirle. Me amaba, pero se iba; me amaba, pero me había dejado; me amaba y había terminado lo nuestro. No lo iba a comprender y no quería estropearle el viaje.
Me aseé, fui a la oficina y traté de mantenerme lo más ocupado posible para no pensar en ella ni en lo mucho que me dolía su decisión, para no pensar en Alana y en su silencio, para no pensar en lo solo que me sentía.
La semana se me pasó entre miles de actividades laborales y el viernes quedé con los chicos en casa de Bruno. Todos se habían enterado de lo sucedido y querían hablar conmigo. Al principio no tuve ganas, pero al final decidí aceptar la invitación porque era peor quedarme en casa lamentándome, el sábado iba a ir a casa de mis padres a pasar el fin de semana. Necesitaba de los abrazos y mimos de mi madre. Podía ser muy grande y muy adulto, pero aún seguía necesitando de mi nido cuando el mundo se ponía en mi contra.
Cuando llegué a lo de Bruno ya estaban todos allí, Sebas con Flavia y también Alan. Shirley y Javier ya habían viajado, y a mí eso me parecía bien, no los quería en mi vida.
—Nos hemos enterado lo sucedido —dijo Sebastián—, y creemos que podemos hablar con ella, explicarle las cosas...
—Ya lo hice yo, no es necesario...
—Pero tiene que entender —insistió Bruno—, fue una tontería...
—Lo sé, pero es tarde... está en un congreso en el exterior, vuelve en un mes...
—Y podemos organizar algo para cuando venga, una sorpresa... algo que le haga sentir bien —insistió Flavia—. No puedo con el dolor que vi en su mirada, Martina es una hermosa mujer por dentro y por fuera, no sé cómo es que pudieron hacerla sufrir tanto...
—Lo siento —dijo Sebastián—. No hay excusas...
—Tenemos que pedirle disculpas —añadió Bruno—, al menos yo lo voy a hacer —zanjó con seguridad. Ojalá hubiésemos sido menos idiotas.
Les pedí cambiar de tema y decidimos organizar un torneo de Play para distraernos, no había nada como desconectar la mente con los videojuegos. Por primera vez, Flavia estuvo de acuerdo y se unió a nuestras partidas.
Al día siguiente fui a lo de mamá, no necesité ni cruzar la puerta para que ella supiera que algo no andaba bien.
—¿Qué pasó? ¿Dónde está Martina?
Le dije que se lo contaría en el desayuno y así fue, les hablé a ella y a papá de todo lo que había sucedido en el pasado y en el presente.
—Dios mí, Adrián, no te crie para que hicieras semejante estupidez —regañó mi madre nerviosa—. Claro que esa chica tiene razón, si fuera yo, no te lo perdonaría.
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Una chica como yo
RomanceLa vida de una persona con sobrepeso es una lucha constante, un sinfín de dietas, ejercicios, subidas y bajadas mientras el espejo te muestra lo que eres y la sociedad te recuerda a diario todo lo que no eres. Martina lo sabe en primera persona porq...