1O.

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—Impresionante que sea el Mati quién está chamuyandose una mina así. —dice Juan mientras da un trago a su bebida.

Todos llevaban rato viendo atentos la escena que Lía y Matías estaban dando.

Desde el sillón que estaba en el rincón, los chicos seguían esperando por su amigo, al cual no se le veía ni ganas de salir de ahí. Algunos reían, otros estaban sorprendidos, y los demás, pensaban los mismo que Juan.

—Y bueno, tiene una re personalidad. —habla Blas alzando los hombros, originalmente había sido él quién les contó sobre lo linda que le pareció Lía. Pero ver eso, le quitó cualquier intención.

—Te la ganaron boludo. —Esteban da una palmadita en el hombro del más pequeño, y todos ríen—. Pero no te desanimes, ya sabés como es Mati, no le dura ni una.

—¿Vos no ibas a venir con alguien? —le pregunta Fernando a Juan.

Él no responde, se limita a hacer pulgares abajo, y una boquita triste, no quería ni contar su vergonzosa historia.

Pero Enzo se encargaría de eso.

Con una risita de maldad, dejó su copa sobre la mesa de centro, y habló.

—El muy pelotudo, se equivocó. —cuenta. Todos giran a ver al rincón del sillón donde había estado sentado todo lo que llevaba la noche, y le ponen atención—. Por estar en la joda, escribió lo que le decía al Mati, y así lo envió.

—Nunca me leen las minas. —Juan estira la mano para que ahora le presten atención a él—. Y justo cuando escribo la peor pelotudez que podés imaginarte, lo leyó.

—¿Y qué hiciste? —le pregunta Esteban aguantando las ganas de reírse.

-Bloquearla.

Todos rompen en risas, sobre todo los más chicos.

—Che Enzo, ¿Ya estás sintiendo las copitas vos? —le grita Fernando desde el otro extremo del sillón.

Para no tener que gritar, Enzo solo alza el dedo índice y niega frunciendo el seño. Ya estaba sintiéndolas, sí, llevaba ahí sentado bebiendo desde las siete de la tarde, y ya faltaban cinco para las nueve.

Tomó de regreso su bebida, e hizo lo único que había estado haciendo durante toda la noche, mirar a la pista. Esta vez ya se le había quitado lo aburrida, pues ver a Matías y Lía bailar, le resultó un tanto interesante, esa no se parecía para nada a la chica que había estado con él en la piscina la noche anterior.

Parecía otra, no tenía ni un grado de timidez al bailar junto a su amigo, cantaban, bailaban, brincaban, todo como si nadie los estuviera viendo.

Y ayer no podía ni verme la cara, Wow.

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—Tardan una eternidad boludo! —alguien acercándose los hace desconcentrarse, y eso a Lía la separa de Matías por impulso.

Matías reconoce la voz, y automáticamente busca entre la multitud a su amigo.

—... Y ni siquiera me invitan. —dice Juan sonriéndole a Lía al ver sus mejillas acaloradas.

—Elegí una y vení Juani, dale. —anima entusiasmado.

—Lo decís como si fueran paquetes de galletitas boludo. —le grita, la fuerte música a penas los deja oírse.

Matías no entiende muy bien lo que dice, voltea a ver a Lía, ella respiraba agitada mirando el suelo, optó que ya era hora de salir, y con una seña de cabeza, avisa a Juan que va detrás de él.

—¿Querés qué acabemos? —se inclina para decirle fuerte, pero de forma suave lo más cerca de su oído—. Igual podemos regresar en cuánto me digas.

—Está bien, necesito respirar.

Siguiendo a Juan logran escapar de el tumulto, al salir sienten incluso algo de frío. Pasan un par de habitaciones en línea recta, y desde lejos, Matías ya estaba viendo a todos sus amigos.

Llegan a un rincón, igual de oscuro que toda la casa, aquí la música es cualquier cosa más baja, así logran escuchar las bullas que empezaron a lanzar en cuanto entraron. Entre más se acercan, Lía puede empezar a distinguir rostros, son todos compañeros del trabajo, chicos del cast, y alguna que otra chica que probablemente hayan invitado.

—¡Y bueno Matías, era a las ocho, no cuando se te cantara el orto! —uno de ellos grita desde el sofá.

Lía ríe, habían pasado tanto en la pista, que se les fue de la mente que tenían que llegar con los demás. Presta más atención para ver a todos, y su mirada se detiene en uno.

Uno que la miraba también desde el fondo de la habitación, Enzo tenía una copa en mano, las piernas medio abiertas, y un brazo completamente estirado en el respaldo del sofá.

Lía tragó saliva.

Le era difícil creer que ese chico de ahí, que lucía tan imponente y superior, una noche atrás había estado con ella bromeando y divirtiéndose en la piscina. De hecho para cualquiera sería difícil de creer.

—Nando, ¿Te podés crees que este boludo dijo que desde las cinco? —dice Juan, haciendo reír a todos.

Ellos seguían bromeando, y hablando, incluso le hicieron burla a Matías por verse tan "mal" y más de uno soltó comentarios sobre mí, nada malo, solo cosas para hacerme sentir en ambiente.

Yo no puse atención a ninguna, menos respondí.

—¡Ah, él es Enzo! —Matías la hace salir de su trance.

Que vergüenza, me vio mirándolo.

—...Vení, te presento a los que faltan. —ella ya conocía a Enzo, y acercarse a saludar no sería nada a comparación de lo que ya habían hecho. Pero le fue inevitable no sentirse pequeña cuando estuvo frente a él—. Mirá, ella es Lía.

Enzo me mira de pies a cabeza, y después estira su mano.

—...y él es Enzo, es mi mejor amigo, no estaba el día que todos nos presentamos, pero es también parte del equipo.—cuenta.

—Ah, sí, de hec...

—Mucho gusto Lía. —interrumpe tomándome de la mano—. Al fin te conozco, Matías me ha contado ya de vos.

¿Qué?

La chica se quedó mirándolo confundida unos segundos, hasta darse de que no, no era una broma.

Bueno, no esperaba esta respuesta.

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JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltWhere stories live. Discover now