31.

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Lo cuidadoso que Matías era al tocarla, dejaba a la chica con un cosquilleo por todo el cuerpo, acompañado de un calor en la zona donde este pusiera sus grandes manos.

Con un movimiento brusco de Lía, retroceden para poder tomar todo el aire que les faltaba, así se dan unos segundos para recuperarse de aquel beso tan intenso, y detenerse un poco a pensar.

Totalmente agitados, ambos se miran cayendo en cuenta que estaban a nada de perder la cordura. Pero todo empieza a torcerse más aún, cuando Lía razona en que tiene a Matías debajo suyo, tomándola por la cadera, y mirando su cuerpo totalmente perdido.

Los ojos de el chico yendo desde su pecho, hasta sus muslos, le dan la confianza para tomar su buzo, y deshacerse de el, con la idea de que si quería verla, no sería mala idea mostrarle un poco más.

Las cosas estaban avanzando mejor que como Matías algún día pudo imaginarse. Pues aunque es difícil de creer, era Lía la que se animaba a dar ese paso que necesitaban para que las cosas subieran el nivel. Él puede ver la piel en las mejillas de la chica arder, con el semblante en su rostro en espera a que lo que le mostraba, fuera de su agrado.

Fue el primer momento donde Lía se puso nerviosa, y hasta insegura. Matías lo notó, y aunque tenía una mirada inconscientemente más dura sobre ella, vuelve a verla de esa forma dulce con la que la mira siempre por un segundo, y para terminar de confirmar que le gustaba, la toma por la cintura para comenzar a besar su cuerpo. Matías va directamente al cuello, bajando y subiendo, de sus clavículas, hasta sus hombros, su mandíbula, su pecho... Cada que hace una succión leve sobre su piel, la escucha quejarse bajito, algo que le excita incontrolablemente.

Mientras la chica lo acerca más a su cuello, y le da acceso subiendo más su mentón, en algún lado de la mente de Matías, aún permanece la idea de no hacer nada sin preguntarlo antes, así es como entre balbuceos contra la piel de Lía, pregunta...

—¿Entonces esto es lo que querés? —habla deslizando ambas manos por debajo de su blusa. Sintiendo lo caliente de su piel, y lo erizada que se pone bajo su tacto, tacto que lleva toda la intención de adentrarla aún más en ese calor que los envolvía, para que Lía se animara a decir que sí de una vez.

La sensación de manos ajenas acariciar su cintura, la hace flaquear sobre Matías, y siente tanto calor, que puede notar su espalda transpirar por debajo de la ropa. No es capaz ni de responder a la pregunta que le hizo, pues los besos la hacen olvidar todo, y mueve la cadera acercándose mucho más a él.

—... Lía, necesito que hables linda. —gruñe al sentir presión sobre su pelvis, apretando ligeramente la cadera de la chica sobre la suya, y se detiene para voltear a verla.

Los grandes ojos con los que ella lo miran a él, fue lo último que Matías necesitó para empezar a sentir como su erección crece mucho más bajo su pantalón. Pues en esa mirada entendió, y supo, que ella lo quería también

—Quiero que me toques Mati. —le dice siendo completamente sincera. Lía sabía bien lo que decía, quería que la tocará, que siguiera haciéndola sentir así de bien el tiempo que él quisiera. Su voz suena casi como una súplica, y para los oídos de Mati, como una orden.

A penas termina de hablar, el chico se deshace de esa cordura que lo había estado detenido, decidido a que las cosas a partir de ese momento serían a su ritmo.

Un ritmo cuidadoso, igual de paciente y dulce que al principio, pero ahora con toda la libertad de poder hacer lo que él quisiera. Cómo alzarla con facilidad sin separar los labios de su piel, para a movimientos algo torpes dejarla recostada sobre el sofá. Y sacarse la camiseta con rapidez, para inclinarse sobre sus rodillas, para seguir con el momento.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora