19.

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Matías se lo dijo, lo hizo, mientras caminaban de regreso al edificio. Consideró que la tranquilidad y silencio de las calles de Madrid a esas horas de la noche, eran un escenario adecuado.

Lo dijo con una tranquilidad muy falsa, pues en el fondo estaba increíblemente ansioso, incluso tuvo que encender un cigarrillo para poder relajar sus nervios, y hacía pausas para aclarar su voz de vez en cuando.

Lía no supo que decir durante unos segundos, saliendo del restaurante estaba empezando a creer que le causaba algo así como ternura, la forma tan delicada con la que la trataba, y lo cuidadoso que era con ella, la hacía saber que Matías era un chico atento, y muy caballeroso, pero jamás pensó que estuviera interesado en ella.

Cuando se lo dijo pensó en Enzo. Y recordó la vez que su madre le dio un gran sermón, tratando de convencerla de que era alguien lo suficientemente linda para gustarle a cualquiera. Y si hace unos días, el mismísimo Enzo Vogrincic, la había besado...  Seguramente Matías, por más lindo que le pareciera, podía estar diciendo eso en serio.

Y se le aceleró el corazón de solo pensar que alguien tan lindo como él, se tomó el tiempo de invitarla a una bonita cena, solo para poder confesar lo que había estado pensando estos días, usando unas palabras tan sutiles y cuidadosas. Le emocionó, muchísimo, y de alguna forma se dio cuenta de que Matías le atraía tanto como ella a él.

No la incomodó, ni la avergonzó escucharlo, sorprendente no sintió nervios, solo un cosquilleo en el estómago, que la hizo sonreír como boba todo el tiempo que Matías estuvo hablando.

Las cercanías que habían tenido los días pasados, la dejaban siempre con ganas de más. Nada necesariamente físico, pero el simple hecho de tenerlo cerca, escucharlo lanzar chistes sin parar, oír su risa, sus interesantes platicas, la hacían querer compartir más tiempo a su lado. Así que eso fue una noticia maravillosa.

—... Y no tenés que responderme si no querés, solo quería decírtelo. —acaba con evidentes nervios en su voz, y después da un jalón a su cigarrillo.

Lía sonríe, estira su mano hasta tocarle el hombro, y los papeles se invierten. Ahora ella estaba tratando de hacerlo sentir tranquilo, pues notaba sus nervios por la rapidez con la que hablaba, su cuerpo estaba tenso, aunque no fuera algo de vida o muerte, ser rechazado siempre es una mala experiencia.

—Yo... Tienes razón, cuando dijiste eso de buscar una relación. No lo hago. —escucharla decir eso, incrementa los nervios de Matías, intuyó lo que estaba a punto de decir, y eso lo haría sentir tan avergonzado—. Porque me gustan las cosas que fluyen. Y mira, sin darme cuenta acepté una cita...

—Podés dejarme de hablar sin problema, entiendo que es inco...

—No, no. —interrumpe negando con la cabeza—. Me refiero a que sí, siento que esto ha estado fluyendo con tranquilidad, tanto, que ni siquiera sospeché que algo más ocurría, y me gusta. Así que claro que podemos conocernos... ya sabes como. 

Gracias, Dios mío.

Piensa aliviado sacando el humo de su boca, y tocándose el pecho, fueron unos segundos de tensión duros. Se burló de si mismo, y la vio sonreír también.

—¿Significa que te gusto? —pregunta alzando las cejas.

Lía ríe, sus mejillas se ruborizan, y mira hacia otro lado, era muy pronto para esas preguntas. Pero lo dijo con ese fin, Matías soltó una risita al verla sentir a penada, se acerca mucho más a ella para rodear sus hombros con un brazo, y se inclina hacía el oído para decirle...

—... Porque vos a mí me gustas mucho. —lo dice bajito, como si fuera un secreto, y sin esperar respuesta de vuelta. Simplemente quería decirlo, porque así eran las cosas, Lía le gustaba.

Tener una noche como la que habían tenido, a Matías le dio la certeza de que no podía darle más vueltas al asunto. Lía le gustaba, mucho, Esteban no se equivocó cuando lo dijo, ni cuando le aseguró que las cosas iban a salir bien.

—Vas a hacer que tenga un paro cardíaco, Mati.

Mati.

Le gustó la forma en que lo dijo.

—Bueno, eso sería un halago. —bromea alejándose de ella, una vez están a punto de cruzar la calle para llegar al edificio.

Lía echa un vistazo a los lados, y en espera de que el semáforo cambie, al otro lado de la calle, entre la oscuridad de la noche, y el fuerte viento, ve a Enzo. Fuera del edificio, con un par de maletas, y esperando por algo.

El corazón se le detiene en seco, ahora si iba a tener un paro cardíaco. Luego de días de no encontrárselo en ningún lado, tuvo que volverlo a ver en el momento menos indicado, pues hasta olvidó que hace unos segundos se le habían confesado de una forma muy dulce, y hubiera preferido disfrutar ese sentimiento por más tiempo. 

—Ah, mirá. —Matías alza la mano para llamar la atención de su amigo, y comienzan a caminar—. Está yéndose ya, vení, vamos a despedirnos.

Y sí, Enzo estaba yéndose.

—No será mucho tiempo igual. —Lía lo escuchaba hablar, y tal como Enzo lo había pensando, no podía ni verlo a la cara, estaba solo esperando detrás de Matías, fingiendo que hacía algo en su teléfono para evitar tener que hablar con él—. Así que más te vale respetar mi lado del cuarto, bobo.

Chocan sus manos haciendo un ruido que la hace alzar la vista, y los ve abrazarse. Dejando justo frente a ella, el rostro de Enzo, palmean sus espaldas un par de veces, y antes de separarse de Matías, le guiña el ojo. En verdad Lía no entiende ni uno solo de sus gestos.

—Suerte en todo, hermano. Nos vemos después. —Matías se despide cuando ve el auto llegar.

El mayor toma sus maletas, y con una sonrisa amable, voltea a verla.

—Adiós Lía, y cuidame bien a Mati, eh. No le rompas el corazón. —bromea, solo él sabe el grado de sarcasmo con el que lo dice, y que hubiera preferido besarla como despedida.

Lía lo único que puede pensar es que probablemente jamás llegara a entenderlo, pues hace días estaba prácticamente comiéndole la boca, y ahora simplemente le deseaba buena suerte, y se iba sin decir más. No era que esperara alguna explicación de porque la besó, no, igual y solo fue un calentón, simplemente le costaba entender por qué si al parecer estaba enterado de que a Matías le gustaba, no le importó, y la besó.

El día que fingió demencia sobre no conocerla, tomó sentido, no quería que Matías supiera que la noche del jacuzzi hubieron miradas demás... Pero entonces, ¿En el momento lo olvidó? o ¿Simplemente era un amigo de mierda?

Pues no lo sabía, y probablemente así quedarían las cosas, porque ahora Enzo estaba yéndose, y en cuanto volteó a ver a Matías. Eligió que tenía ya que concentrarse en algo más.

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JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora