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Mientras Lía observa a Enzo desde el auto, piensa muchas cosas.

Empezaba a notar que tenía cierta fijación por el cabello largo, creía que era un gusto que sentía únicamente por Matías, pero al parecer no era así. Pues le parecía tan atractivo ver cómo pasaba la palma de su mano por su cabeza para quitarlo de su rostro, o cuando sacudía su cabeza levemente para acomodarlo.

Se veía igual de bien a cuando Matías lo hacía.

Matías, Matías, Matías, Matías.

Reaccionó, no sobre lo que pensaba, sino que recordó que no había respondido sus mensajes desde hace horas atrás.

Sacó el teléfono de su bolso husmeado entre sus notificaciones. Veía de reojo atraves del cristal como Enzo se acercaba a pagar, pensando en que responder. Matías solo preguntaba si todo estaba bien, la hora en la que le gustaría que pasara por ella, y algún otro mensaje sobre como estaba pasandola en el trabajo.

—¡Lía!

La chica pegó un brinco soltando el teléfono, haciendo que Enzo soltara una carcajada logrando su objetivo.

—... Y bueno, ¿Qué estás haciendo que te asusté tanto? —pregunta entre risas, buscando con la mirada el teléfono de Lía.

—Eres un idiota. —se queja—. Y nada, mira. —con una mueca de preocupación gira su teléfono. El chico entre cierra los ojos para ller la conversación, y no dice nada— ¿Qué se sup...

—Dame. —pide. Arrebatando el celular de sus manos, y dando un paso atrás para que Lía no alcanzara.

—¡No! —exclama abriendo al segundo la puerta del auto, y corriendo hacia él— ¡Enzo! ¡Dámelo!

El más alto eleva el brazo con el que teclea, y entre risas, detiene a una enfurecida Lía lejos de su cuerpo.

—... ¡Enzo! ¡No estoy bromeando! Sé que vas a hacer alguna estupidez.

El momento no dura mucho.

Lía vuelve a poner los talones sobre el suelo cuando Enzo termina por enviar el mensaje, y entrega su teléfono apagado.

—... Dime qué hiciste, por favor.

Pide, la preocupación en su rostro es evidente, con el pecho acelerado y las manos temblorosa mira al chico, quien no quita esa sonrisa arrogante en ningún momento. Al verlo Lía no quiere ni imaginarse, no se sentía con el valor suficiente siquiera de entrar a ver la conversación, y siente que se el corazón se le sale, cuando tres notificaciones seguidas suenan.

Le llegan como un escalofrío al cuerpo, pero Enzo es su salvación cuando se inclina para tomarla del mentón, y muy cerca de su cara decir...

—Solo le avisé que todo bien, chiquita.

Su boca suelta un suspiro, tantas sensaciones al mismo tiempo iban a matarla.

—... Te lo prometo. —le musita frente al rostro con aquella voz que derretiría a cualquiera, acariciándole la barbilla con suavidad—. Vaya susto te he dado, hasta el color en la cara se te fue.

Ella ríe avergonzada, agachando la cabeza buscando ver otra cosa que no fueran sus ojos. Sus lindos y profundos ojos.

—Me dejaste con la boca seca.

—Y bueno, sabés que ese no es problema. Yo siempre puedo ayudarte con eso. —dice deslizando la mano hasta su nuca, y haciendo aquello que ha hecho varias veces antes.

Cómo siempre, a Lía la deja desentendida unos segundos, segundos que fueron suficientes para que Enzo se alejara contento, y guiñándole el ojo, antes de caminar de regreso al auto.

Decir que el trayecto al hotel fue igual de cómodo a lo que iba de la noche, sería una mentira. Ambos estuvieron el silension todo el trayecto, matando el tiempo mirando hacia afuera, o en cortos espacios de tiempo, viendo el reflejo del otro en el cristal.

A Lía le costaba creer como alguien que parecía tan pacífico, disfrutara tanto provocar todo un revuelo de emociones y sensaciones en ella.

Porque las cosas eran tal cuál, a pesar de que Enzo estaba generando ya una atracción por Lía, le seguía pareciendo divertido y satisfactorio dejarla confundida y extrañada con acciones como las que acababa de hacer.

Sabía que era una chica inexperta, sabía que aunque Lía no se diera cuenta, la tenía muy indecisa, preguntándose en alguna parte de su cabeza, ¿Si realmente Enzo le disgustaba tanto ella creía?.

Sabía que su táctica jamás fallaba, y que directamente podría tenerla si él lo decidiera, pero aunque lo quisiera, Lía le generaba algo más.

Algo que extrañamente jamás había sentido. Él lo relacionaba con pena, quizá la inocencia o lo inexperta que parecía, era lo que le tocaba un poco el corazón.

Eso le evitaba enredarla por completo en su sucio juego.

Haciéndolo que solo se divertía un poco, ya que al final, era la chica de su amigo, y no podía hacer mucho.

Pero para su suerte, como cualquier persona incapaz de controlar lo que siente al mil porciento. Ese cosquilleo en el pecho que siente cada que la ve, apunta a que los sentimientos se le van yendo cada vez más de las manos.

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JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltWhere stories live. Discover now