35.

2.2K 244 19
                                    

Matías no supo con claridad lo que sintió, no entendía si estaba enfadado, si estaba confundido, o si aún se seguía muy ebrio.

Pero el estómago literalmente se le hizo un nudo cuando vio a Lía envuelta en una bata sobre los brazos de Enzo.

—¿Que mierda? —se murmuró más para si mismo que para Enzo.

A pesar de la adrenalina que Enzo tenía por llevar a Lía a ser atendida, cuando la puerta se abrió un segundo antes de que el pudiera salir de la habitación, y vio a Matías enfrente, se quedó petrificado, congelado. No sabía que decir, ni que hacer, ni siquiera como reaccionar o que inventar. Ahora sí que no había forma de escapar o fingir esa demencia que había estado usando desde que todo empezó, pero tampoco le confesaría que ayudó a Lía a entrar la tina, y estuvo a su lado mientras ella se quitaba la ropa.

Matías respiraba duro, y tan desconcertado como Enzo. Se acercó a pasos firmes, esperando que le dijera que lo que sucedía no era nada de lo que pudiera arrepentirse. Por primera vez en su vida, lo primero que le vino a la mente, fue lo peor, y sentía la sangre hervir.

Las manos le hormigueaban, y hasta a él le costó reconocer ese sentir, estaba tan cegado por la escena que no le prestó atención a Lía, que literalmente estaba desmayada en los brazos de su amigo.

—Es Lía, está mal. —dice Enzo directo—. Se cayó en la ducha, y ahora no sé que le pasa boludo.

Cuando su amigo estiró los brazos para mostrarle, vió que evidentemente la chica lucía en mal estado, y en el mismo arranque que Enzo tuvo. Corrió por las llaves de su auto para salir de la habitación.

.

Camino al estacionamiento se encontraron con Francisco y Esteban, ambos chicos igual de preocupados los ayudaron con Lía, Fran los acompañó a dónde se dirigían.

Y Esteban, tan estricto como siempre, se quedó con Juan y Felipe para muy seguramente regañarlos.

Lía sentía manos por todo el rostro, Francisco y Enzo no paraban de sentir lo helada que estaba, y escuchar a Matías al fondo, le dió cierta seguridad.

Una vez llegaron, Matías se cruzó para los asientos traseros, mientras Enzo y Francisco entraban al hospital. En el acto más tonto que tuvo, quitó del cuerpo helado de Lía la chaqueta que llevaba encima, para ponerle la suya.

El gesto fue inmaduro, lo reconocía, pero lo que llevaba puesto era de Enzo, y no le parecía muy correcto.

La chica entró con los médicos.

Todos sabían que no era nada muy grave, pero aún así los mantuvo un buen rato preocupados, cuando Francisco se alzó para ir a la máquina expendedora no hubo más que el silencio penetrante que ofrecía el hospital.

Matías moría de ansias por saber por qué Enzo la encontró así, desde ya empezaba a asumir que debió haberla visto de más, y estaba celoso, muy celoso. Se regañaba internamente por dejar que sus pensamientos prestarán atención a cosas como esas, pero no podía con el escenario que su imaginación le daba.

Enzo sentía la tensión, las ganas notorias y desesperadas que su amigo tenía por preguntar, y las ocultaba moviendo sin parar su pierna, mientras mordía sus uñas mirando al suelo.

Enzo por otro lado estaba quieto sobre su asiento, pensando con detalle una y cada cosa que le inventaría a Matías. Y esperando que Lía no abriera la boca de más.

.
.
.
.

JOB | Enzo Vogrincic, Matías RecaltWhere stories live. Discover now