Welcome to the black parade

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Welcome to the black parade



Aurora ha vivido bastante a lo largo de su vida, pese a no tener más de veinticinco años puede presumir de tener una retahíla de experiencias a lo largo de ese escaso cuarto de siglo que escandalizarían a personas con el doble de edad. Ha estado en varios continentes, vivido en varios países. Ha ido a las fiestas más extravagantes que se puedan imaginar, experimentado el sexo en todas sus facetas, catado todo tipo de drogas, amanecido en los lugares más inhóspitos que a uno se le pueda ocurrir. Ha sido estrella infantil, ídolo juvenil, ha grabado discos y actuado frente a miles de personas, se ha sacado una carrera y luego ha echado su vida a perder. Pero si le hubiesen preguntado hace apenas unas horas cuál pensaba que sería su próxima gran experiencia, terminar en un coche robado con Raúl Álvarez huyendo a casi doscientos por hora de unos tipos que los persiguen a punta de pistola desde luego no sería una de las respuestas que le hubieran venido a la cabeza.

Sí, Aurora le tiene miedo a pocas cosas y le importan muchas menos. Nunca ha tenido demasiada consideración por su existencia, por eso no le importa tentar a la suerte consumiendo todo tipo de sustancias tóxicas. De hecho, eso es lo menos alarmante si lo piensa bien, porque hace años incluso tenía la manía de hacerse daño a sí misma, hasta el punto de ser internada durante varias semanas en psiquiatría por miedo a que pudiese atentar contra su propia vida. Tampoco es que haya ninguna cosa que la entusiasme más allá de las fiestas y la sociabilidad, pero desde luego es muy distinto tener ideaciones suicidas a pensar que alguien va a matarla, y por poca estima que le tenga a su existencia en el mundo no quiere que esta se termine porque de algún modo se ha metido en un lío mucho más oscuro de lo que pensaba.

Raúl tiene la mirada fija en la autopista, ha cogido el desvío hacia la sierra a toda velocidad. Aurora no tiene ni idea de hacia dónde se dirige, de hecho incluso duda que él mismo lo sepa, pero el hombre parece tan centrado en su huída que ni siquiera la mira ni una sola vez. Ella lo ha obedecido, con una docilidad que resulta antinatural en ella, encogiéndose sobre el asiento del conductor mientras se hace un ovillo rodeando sus rodillas con los brazos. Está cagada de miedo, casi que incluso siente ganas de llorar. No entiende absolutamente nada. Raúl es un tipo siniestro, todo el mundo lo sabe, también es traicionero y juega con fuego más de una vez para sacar los trapos sucios de otros, pero hay una diferencia considerable entre ser un trepa arribista con una ambición desmedida y ser todo eso además de alguien capaz de enfadar tanto a otros que estos intenten matarle.

Le cuesta creer que todo lo que está sucediendo tenga algo que ver con el mundo de la televisión. Aurora recuerda como Pedro Luque le dijo que no había ni rastro de él en los registros de la policía, de que había sido capaz de borrar su huella de la faz de la tierra nadie sabe como, y se dice a sí misma que ahora todo cobra sentido. Tanto Pedro, como Edu y ella estaban jugando con un fuego cuyas dimensiones no conocían, y ahora parece ser que es Aurora la que va a achicharrarse.

—¿Vas bien ahí? —Inquiere Raúl al cabo de un rato. Varios coches les pitan conforme él pasa a toda velocidad. Si les ha pillado algún radar la multa desde luego no le llegará a él, sino a la persona a quien pertenece el coche.

El hombre no la mira, tiene la mandíbula apretada con fuerza y el ceño fruncido. Las tenues luces de la carretera iluminan su rostro de vez en cuando. Aurora traga saliva, no sabe siquiera qué contestarle, toda esa situación es absurda y terrorífica a la vez.

—¿A dónde vamos? —Pregunta en un hilo de voz.

La chica nota cómo él endurece su rostro.

—Todo va a estar bien.

El nudo gordianoWhere stories live. Discover now