Pongamos que hablo de Madrid

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Pongamos que hablo de Madrid


Aurora mira por el vehículo, las hojas amarillentas comienzan a cubrir las calles de Madrid, tendiendo una especie de manto sobre los polvorientos adoquines de la ciudad, maltratados tras un verano insoportable. En la radio se escucha el programa al que solía asistir como comentarista, del cual la despidieron hace semanas por tomarse unas vacaciones excesivas. Se pregunta, mientras bajan por el Paseo del Prado y el sol le pega de lleno en los ojos, propiciando algo de calidez en su rostro, cómo es posible que la vida de tantas vueltas en apenas algunos meses. Pero ahí está ella, levantándose a horas de persona tras una noche de fiesta porque debe asistir a una prueba de cámara con la persona que más odia en todo el mundo, si le hubiesen dicho esto antes del verano probablemente su respuesta hubiese sido soltar una risotada tremenda.

Ojea las redes sociales mientras sus antiguos compañeros de trabajo le otorgan el nuevo single de Enrique Iglesias, que a ella le parece nefasto pero probablemente terminará bailando cuando el alcohol se mueva libremente por sus venas. Desde lo sucedido en el programa de televisión, Aurora se ha mantenido a un lado de todas sus aplicaciones, posteando solo lo estrictamente necesario para que las marcas sigan invitándola a hoteles, mandándole ropa y haciendo por ella todas esas cosas que le dan mucha pereza o suponen un gasto excesivo. En realidad ha sido poco inteligente, desde que Quim le cortó el grifo, negándose a pagarle la tensión, ha tenido que mirar más lo que hace con el dinero, ya no puede darse los gustos absurdos de los que gozaba anteriormente y lo de ser comedida no se le da para nada bien. A veces piensa que ella nació en la época equivocada, también el lugar, siempre ha sentido que su sitio hubiese estado en la corte de Versalles, cuando todo eran fiestas y Felipe de Orleans, acompañado de sus amantes masculinos, dictaba las normas de etiqueta con mano de hierro. Alcohol, amantes y una vida dedicada a la frivolidad, eso le hubiera dado una paz mental mucho mayor que el horrible siglo XXI al que está condenada. Sonríe ante su propia ocurrencia, está pensando sandeces.

El taxi le deja en la puerta del estudio, tras hacer el trato con Raúl este contactó con la productora pertinente, que se puso manos a la obra nada más conocer el proyecto. Por más que le moleste admitirlo el tipo ha sido listo, se encargó de hablar con los productores que ofrecieron inicialmente el proyecto a Aurora, y que por tanto ya tenían parte del concepto pensado, así que ha resultado relativamente rápido prepararlo todo. Todavía queda al menos un mes para que se encuentre todo listo, pero pueden empezar a hacer ciertas pruebas para planear cómo será todo. Algo que se debe tener en cuenta es que todo programa de telerrealidad tiene un guion detrás. Quizás sus participantes no se hayan aprendido un montón de texto, pero tienen a gente que les dice en todo momento qué hacer o les guía con cierta directrices que luego utilizan para montar estratégicamente durante la post producción. Nada de lo que se ve en un reality es real, por irónico que suene.

Maxi es uno de los tipos que está a cargo del proyecto, cuarentón experto en programas de mierda como Marinero quiere novia o Bodas a la carta. Se le da bien eso de convencer al público que de que los actores que pilla en castings son gente real que quiere conocer al amor de su vida. Es él quien la recibe para llevarla a una sala recogida, llena de focos y con un fondo verde detrás, es el croma que utilizarán para poner luego un fondo frente al que hablarán tanto Aurora como sus allegados para la voz en off, al más puro estilo Kardashian. Maxi dice que quiere experimentar con un estilo más estadounidense, ese es el futuro gracias a las plataformas en streaming. A Aurora no le interesa en lo más mínimo, toda la idea del reality supone para ella un dolor de cabeza, sobre todo cuando piensa que esa gente terminará por meterse en su casa, todo sea porque el plan llegue a buen puerto.

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