LO QUE ERES

-1

La portilla del chalé de Ago y Raoul era negra y, en sus laterales, crecían un par de jazmines de invierno. A finales de junio, las hojas se confundían con cientos de flores blancas que llevaban ráfagas de olor cuando soplaba la brisa. Jonás, sentado en la mesa del jardín, con una simple camiseta negra y la cara alzada hacia los rayos de sol, pensaba que ese perfume era una de las cosas que más asociaba a estar en casa. Se había dado cuenta de ello en Londres, cuando pasaba al lado de algún jardín o un parque. Antes, no le había dado importancia a ese olor. Antes, probablemente, nunca había echado de menos de esa manera. La portilla se abrió y por ella asomó la cabeza de Guille. Sus ojos rastrearon el jardín en un momento. Al encontrar a Jonás, sonrió de oreja a oreja y corrió a sus brazos. Amanda apareció detrás y echó a correr también. Raoul los miraba mientras esperaba a que Ago cerrara el coche y cogiera las mochilas de los niños.

—¡Jonás, por fin! —gritó Guille a la carrera—. ¡Vamos a hacerte la tarta de cumple más rica del mundo y no vas a querer volver a irte!

—¿De verdad vas a estar aquí toda la semana? —preguntó Amanda.

Jonás se había levantado para abrazarles, un poco impresionado por lo mayores que los veía. Si algo le pesaba de sus meses en Londres, era perderse a Guille y a Amanda. Aunque hablaban todos los fines de semana, desde luego no era lo mismo. Le atacó la nostalgia, pero Guille no le dio tiempo a pensar en ello.

—Ya he acabado el cole, Jonás. Lo acabé justo ayer. Ya nunca más voy a ir a segundo. Ahora voy a ser mayor y subiré de escalera. 

Las manos de Guille agarraban la cara de Jonás para tener toda su atención.

—Pues a ver si se empieza a notar —comentó Raoul acercándose a la mesa.

—Y saqué un diez en plástica y en Educación Física —siguió Guille.

—¡Qué bien! —le contestó Jonás.

—¿Y en Lengua? —preguntó Raoul con una risa traviesa—. Porque de esa te sobra un rato.

Guille dejó de mirar a Jonás para dirigirse a Raoul. 

—En Lengua saqué un ocho porque dicen que me acelero al escribir.   

—Si solo fuera al escribir…

—Y el año que viene voy a tener otra tutora porque Nieves se despidió de nosotros para siempre.

Jonás se acordó de su tutora de segundo. Alexia. Le había tenido castigado en el pasillo más tiempo que en clase.

—En tercero yo tuve de tutor a Raoul —le dijo Jonás.

Entonces, Guille abrió los ojos de par en par.

—¿Pero Raoulín es profe de verdad? —le preguntó a Ago.

Ago, Amanda y Jonás se echaron a reír. Raoul, en cambio, soltó un bufido. 

—La madre que me parió. Pero bueno, Guille, ¿en qué crees que trabajo? Que llevas ya unos años con nosotros. 

—¡Pero si nunca te veo en un cole!

—Guille, somos todos profesores. Ago es profesor, Aitana es profesora, Ricky es profesor, Miki es profesor…

—¡¿Y por qué no me dais clase?! ¡Raoulín! —gritó, bajándose de los brazos de Jonás—. ¡Tú tienes que ser mi profesor!

Raoul meneó la cabeza. También cogió las mochilas que tenía su novio en las manos y le dio un beso rápido.

—Me voy dentro a hacer la comida.

—¡Raoulín, espera! ¿Cómo hacemos para que seas mi tutor?

Raoul entró en la casa, con Guille corriendo detrás. Amanda, Ago y Jonás aprovecharon para adecentar el jardín. El sol y las temperaturas hacían crecer el césped de manera asombrosa. Jonás segaba y se reía de Ago con que solo lo quería en casa para trabajar. Ago le decía que estaba en lo cierto a la vez que arrancaba malas hierbas alrededor de los parterres. Amanda limpiaba el agua de la piscina. A medida que pasaba la mañana, el sol se volvía más intenso. Raoul sacó una jarra con limonada y vasos para los tres. Mientras bebían, Jonás le comentó a Ago sobre un diseñador de jardines que había hecho maravillas en varios lugares de Londres. Ago le prometía investigar un poco sobre él cuando escucharon el timbre de la portilla. Eran Kibo, Ricky, Aitana y Vicente. Este último llevaba en los brazos una bola de pelo negro. Jonás se acercó a mirar.