Capítulo 18

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Jonás no pegó ojo en toda la noche. De hecho, se dedicó un rato a recordar esa peli en la que el chico con insomnio pasaba, tras miles de dramas, la noche con la chica de la que estaba enamorado y conseguía, al fin, dormir como un bendito. Y se dijo que todo eran patrañas americanas.

Él estaba feliz como jamás en su vida y los nervios lo tenían tan atacado que solo pudo dar vueltas a un lado y a otro de la cama hasta que se frenó para no molestar a Miki. Cada vez que abría los ojos y lo veía, flipaba tanto que nuevos nervios reemplazaban a los anteriores y volvía a estar mal. Cuando recordaba lo que Miki le había dicho —o hecho—, la noche anterior, se le sacudía la tripa de una manera tan desagradable que pensaba que iba a vomitar. Sí, lo de las pelis era mentira. Tanta emoción junta era, simplemente, un horror.

Por eso, al empezar a oír ruidos en la calle, se levantó y descorrió un poco la cortina para ver si, en Londres, a las siete de la mañana ya había amanecido. Sí había. Perfecto. La siguiente duda fue si debería despertar a Miki o no. Entonces se acordó de una educadora que una vez había dicho que, cuando se hacía turismo, lo normal era empezar a caminar muy pronto y acabar muy tarde. Y, bueno, a esa hora él ya solía estar levantado para ir a trabajar. No es que fueran las seis o algo.

—Miki... —Miki estaba tan dormido que ni se movió. Jonás le dio un par de golpecitos en el hombro—. Miki... Miki...

—¿Qué?

No había abierto los ojos. Jonás tuvo que aplicar más presión con el dedo.

—¡Miki!

—¡Qué! ¿Qué?

—Pues que ya son las siete.

Frotándose los párpados, Miki alzó un segundo la cabeza para mirar hacia la ventana y luego la volvió a dejar caer en la almohada.

—Jonás, es muy pronto... —gimió—. ¿No podemos dormir un poco más?

Jonás se lo pensó un segundo y decidió que no. No quería volver a intentar dormir porque no iba a poder. Necesitaba liberar energía.

—No. Ya hay gente por la calle. Mira los pies.

Miki gimió de nuevo y su voz sonó amortiguada por el almohadón.

—Jonás, es Londres. Hay gente por la calle a todas horas.

—Pero... veníamos a conocerlo, no a pasar el día en la cama...

Miki desenterró lo justo la cabeza de la almohada para poder espiarlo con un ojo.

—Es que se pueden hacer cosas muy interesantes en ella. Ven, mira.

Apartó un poco la sábana para hacerle hueco, pero Jonás no se rindió.

—No... Que hemos visto muy pocas cosas...

—Ven aquí —ordenó Miki ya con la cabeza alzada del todo.

Jonás sacudió la suya y Miki estiró todo su cuerpo para agarrarlo del brazo y tirar de él.

—¡Aghhh, veeen! —resopló con esfuerzo. Consiguió placarlo en la cama y se apresuró a agarrarle las dos manos—. Primera lección de novios —susurró mientras acercaba los labios al oído de Jonás—. Los novios se despiertan entre sí con besos y abrazos, no con exigencias y morros, ¿queda claro?

Y, tras decir eso, capturó su boca y lo besó hasta que ambos tuvieron que separarse para respirar. Jonás asintió, agitado.

—Sí... sí...

—Bien. —Sin soltarle las manos, Miki se colocó encima de él con las piernas a ambos lados de sus caderas. Lo miró un par de segundos. Sonrió y volvió a besarlo, tan ávido como antes. Después, pareció hacer un esfuerzo al separarse, aun así, dejó a Jonás en la cama y se puso de pie—. Ahora me voy a la ducha.

LO QUE ERESWhere stories live. Discover now