Capítulo 10

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—¡Ri! —Kibo se descalzó y dejó las botas y el resto de sus cosas en un banco que tenían en la entrada—. ¿Estás en casa?

—¡Cocinando!

Kibo sonrió. Ya llevaban siete meses viviendo juntos, pero todavía le revoloteaban mariposas en el estómago cuando escuchaba a su novio trajinar en la casa. Fue directo a la cocina y se acercó a él para agarrarlo por la cintura y depositar un beso rápido en su cuello.

—Había lentejas.

Sin apartar los ojos de las setas que estaba salteando, Ricky encogió los hombros.

—Quería hacerte una comidita rica.

—Ya me hiciste una comidita rica anoche.

La risa de Ricky se escuchó en toda la estancia.

—Madre mía, vas de bueno con los demás y luego estás peor que yo. —Apartó la sartén del fuego y se giró entre los brazos de Kibo—. Le pongo mucha dedicación en San Valentín.

—Le pones mucha dedicación siempre —respondió Kibo sin apartar las manos del cuerpo de su chico. Era una delicia tocar sus músculos definidos.

Ricky entrecerró un segundo los ojos.

—Ya no me apetece cocinar —decidió y, tomando impulso, agarró a Kibo del culo y lo sentó sobre la encimera.

Encantado con esa demostración de fuerza, Kibo abrió las piernas para que Ricky se pudiera pegar más a él. Ricky lo hizo, por supuesto, y le devoró la boca sin cuidado de resultar demasiado brusco. En un instante, todo quedó relegado a un segundo plano y pasaron unos cuantos minutos hasta que Kibo recordó lo que llevaba rumiando toda la mañana.

—Espera, espera... —Frenó a Ricky cuando este estaba a punto de quitarle la camiseta—. Te llamaba porque necesito tu opinión sobre algo.

Ricky parpadeó varias veces.

—¿Qué pasa?

Se le había revuelto el cabello y tenía una pinta tan adorable que Kibo estuvo a punto de dejar para otro momento la conversación. Pero ya había querido hablarlo con él antes y por una cosa o por la otra, nunca había sido un buen momento. Así que, se colocó más cómodamente en la encimera y cruzó los brazos.

—Llevo viendo tres o cuatro veces al hermano de Jonás rondando la obra para buscarle.

Ricky volvió a hacer otro gesto con los ojos.

—¿Lo conoces?

—Me dijo Jonás quién era.

—Un elemento de cuidado.

Después de decir eso, se fue hacia el otro lado de la cocina y cogió el escurridor donde, al parecer, había dejado unos espaguetis.

—¿Tanto?

Viendo cómo Ricky encendía la vitrocerámica y mezclaba la pasta con las setas que había preparado antes, se bajó de la encimera de un salto para coger un par de platos y acercárselos.

—Estudió, por decir algo, en el colegio. No es como Jonás.

—Jonás era un bicho en el cole. Me lo has contado varias veces.

Ricky lo miró.

—No era lo mismo. No sé cómo explicarlo, pero en Jonás veías algo que José no tenía... —Se quedó un momento en silencio, mirando por la ventana—. Ganas de ser ayudado, no sé...

Volvió a centrarse en la comida y Kibo no dijo nada. Casi no se atrevía a contarle lo que tenía planeado. Tuvo que pensar en Jonás y en el cariño que le había cogido durante esos meses para tomar fuerzas.

LO QUE ERESWhere stories live. Discover now