Capítulo 7

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—No me gusta que esté mala. Ago, dale algo para que se ponga buena.

Ago agarró a Guille para sentarlo en su regazo.

—Ya ha tomado su medicina, cariño. Pronto se va a poner bien.

—Llevo dos días sin fiebre —aclaró Amanda desde el otro lado del sofá, tapada con una manta que le cubría hasta la barbilla—. Ayer fui a clase.

—No tenías que haber ido —puntualizó Ago—. Y ayer por la noche sí tuviste fiebre.

La niña lo miró.

—Si no voy a clase igual no me dejan venir.

—Pues no pasaría nada, Amanda. Vendrías el siguiente finde. Lo importante es que te cures.

—¡Lo importante es no estar allí!

Jonás levantó la vista de su móvil para observar a la niña. Sentado en la mesa grande que decoraba el salón, no había hecho mucho caso a la conversación hasta que, aún por encima del sonido de los auriculares, sintió la exclamación de Amanda. Se quitó uno de los cascos para seguir escuchando.

—Ago —Guille puso sus manitas en las mejillas del maestro—, para que no se quede el caballo solito, ¿podrías llevarme a mí? Vamos Raoulín, tú y yo, y como Amanda está malita que se quede en la cama y la cuiden Miki y Jonás y yo no la molesto gritando y eso.

—Tú eres muy pequeño para montar ese caballo —replicó Amanda.

Guille no se dio por vencido.

—Pues damos un paseín por ahí —propuso entonces sin soltar a Ago.

—¿Qué paseo si está lloviendo a cántaros? —preguntó Raoul, que estaba también en el salón yendo de arriba a abajo para colocar todos los trastos que andaban tirados por allí.

Jonás vio como Ago lanzaba un guiño a su novio y este le respondía con una sonrisa. Después, el primero volvió a centrarse en el niño que tenía encima.

—¿Por qué quieres salir, Guille? ¿Qué te pasa, cielo?

—Le pasa que como estoy mala, me hacéis más caso a mí —se adelantó Amanda—. Y tienes celos, ¿eh, petardo? Es todo cuento.

Guille trepó hasta ponerse de pie sobre las piernas de Ago y encararla.

—¡Si estás mala vete a la cama! —exclamó con el ceño fruncido—. Que no estamos jugando a nada de lo que me gusta.

—¡Tengo tanto derecho a estar en el salón como tú!

—¡Hay que estar callados y es un aburrimiento! —bufó el niño.

Se giró para hacerle mimos a Ago, que parecía ser el único que estaba de su parte.

—Guille, tienes mucho morro —soltó Raoul. Tenía las manos llenas de SuperZings y parecía no saber dónde colocarlos—. Se te está consintiendo demasiado en esta casa.

—No sé qué es consentir —respondió el niño alzando la nariz—. No lo di en clase.

—Tú solo sabes lo que te interesa —Raoul se acercó a él—. Estira el pijama.

Guille hizo lo que le pedía y al menos treinta muñequitos cayeron sobre la parte delantera.

—Sé que Raoulín tiene palito en la i —dijo Guille mientras recogía hacia él de nuevo la tela, improvisando una especie de bolsa de canguro para mantener los SuperZings juntos.

Raoul boqueó. Jonás tuvo que toser para disimular la risa. Ago no disimuló nada.

—¿No me llamarás Raoulín en tu colegio? —preguntó y, de paso, le dio una colleja a su novio, que seguía soltando carcajadas.

LO QUE ERESWhere stories live. Discover now