Capítulo 20

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—Es que de verdad, no me puedo creer que el único puto fin de semana que tengan libre sea el de la fecha en la que Kibo y Agoney se fueron juntos.

Kibo y Ago volvieron a estallar en carcajadas. Llevaban así un buen rato, exactamente desde que Ricky había dado la noticia de que el hotel que querían reservar para la boda estaba lleno a rebosar.

—¿No querías celebrar un aniversario? Pues ya tienes aniversario que celebrar.

—Kibo y tú no tenéis aniversario, déjate de gilipolleces —masculló Raoul, y Kibo y Ago se rieron de nuevo, encantados con el ceño de sus novios.

Ricky y Kibo habían vuelto el día anterior, después de pasarse un par de meses por Europa. En julio habían recorrido Alemania y agosto lo pasaron con Vera en Bruselas.

Llamaron a Ago y a Raoul para quedar. Dijeron que Aitana estaba todavía en el pueblo y que no podía ir a comer. Así que se habían juntado los cuatro, junto con Jonás, Miki y los niños, para contarse sus veranos antes de empezar a trabajar.

—Y entonces —preguntó Ricky a Miki—. ¿En serio has decidido ponerte a estudiar otra vez? ¿Se te ha ido completamente la cabeza?

Miki soltó el muslo de Jonás para poder incorporarse en la silla.

—Sí, no sé —dijo mientras hundía la cuchara en la bola de helado que tenía frente a él—. Sí. Quiero tener posibilidades porque yo me aburro muy rápido de todo. Si pienso que voy a estar desde los veinticinco hasta los sesenta años haciendo todos los días lo mismo, me pego un tiro.

—Ya —asintió Ricky.

—De momento, tengo claro que quiero dedicarme a la enseñanza pero... qué sé yo lo que voy a querer hacer a los cuarenta... Es que...

—Este chico dice los cuarenta como si a los cuarenta fuéramos unos putos viejos —refunfuñó Raoul mirando a Ago. Después, levantó un dedo y señaló a Miki—. Te voy a acabar prohibiendo la entrada en mi casa. O poniendo muchas guardias... Lo tendré que pensar.

Hizo una bola con la servilleta y la lanzó al centro de la mesa. Miki la agarró al vuelo y se la volvió a lanzar a él.

—Voy a decir en el claustro de mañana que me chantajeas. Estos abusos de poder no sé si estarán bien vistos.

Todos se rieron. Raoul cogió de nuevo la pelota y, con precisión, hizo que impactara en la nariz de Miki. Este puso una mueca, fingió dolor y se inclinó hacia Jonás para pedirle que le diera un beso en ella. Jonás lo hizo, muy rápido, pero se puso rojo como un tomate al escuchar el "oh" colectivo que exclamaron los demás.

—Me voy a mear de la risa cuando Manuel os vea juntos —comentó un Ricky de lo más sonriente tras dar una palmada en la mesa—. En este colegio no paramos de ganar.

—No va a ver nada porque no vamos a hacer nada para que se sepa.

El tono de Jonás hizo que las dos parejas se giraran para mirarlo. Miki, con las cejas alzadas, también lo miró.

—¿Ah, no?

—Bueno —contestó Jonás un poco cohibido—, no nos vamos a besar cada vez que nos encontremos.

—Ya lo sé. ¿Pero a la salida o en parking o decirlo? ¿Hay algún problema en eso?

De repente, parecía que en la terraza solo estaban ellos dos. El resto guardaba un silencio absoluto. A lo lejos, se escuchó el ruido de la televisión que Amanda y Guille veían en ese momento. Miki continuaba esperando la respuesta de Jonás con ojos interrogantes. Este encogió los hombros y murmuró:

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