Capítulo 11

2.2K 169 423
                                    


—¿Estás ocupada? —preguntó Jonás asomándose al interior de la clase de Carlota.

El arrebato de Raoul le había venido muy bien. Por una parte, le gustó escuchar lo que pensaba de él allá por la época en la que había sido su alumno; por la otra, le dio ganas de seguir peleando. Fue por eso que decidió seguir los consejos de Miki e ir a hablar con su tutora.

—Solo quería decirte que no quiero que pienses que... —Silvia lo estaba mirando por encima de las gafas con una actitud bastante condescendiente. Jonás maldijo a Miki y a sus ideas— ... Bueno, que creo que esto no es una pelea entre los dos. Yo... yo solo estoy preocupado por Carlota y... bueno, de verdad que la reacción que tuvo cuando la aparté para que no se quemara fue muy típica de niños maltratados.

Cogió aire con fuerza. Necesitaba hacerlo para tranquilizarse. Esperó a que Silvia dijera algo, pero ella pareció tomárselo con calma. Una forma excelente de crisparle más los nervios.

—Jonás —dejó las gafas con cuidado en la mesa y lo observó durante unos cuantos segundos más—, ¿tú podrías asegurar al cien por cien que a Carlota le pegan?

Desviando la vista hacia el suelo, Jonás tuvo que apretar las mandíbulas antes de contestar.

—No.

Su respuesta fue recibida con una sonrisa prepotente.

—Mira, todavía te queda mucho que aprender, muchos niños que ver, muchas reacciones distintas que no tienen que significar nada. Sus padres son muy amables y están muy preocupados por los comportamientos de su hija. ¿Les quieres dar un disgusto por una suposición?

Jonás la miró fríamente. Todo aquello le sonaba a excusa barata.

—¿Y si es que sí, Silvia?

—Ya me habría dado cuenta —respondió ella.

***

Jonás no trabajaba pegado a su hermano porque Kibo se había encargado de que eso no sucediera. Aun así, no podía evitar estar pendiente de él. Ya llevaba unos días viendo como José llegaba tarde, sin pronunciar ni una palabra para disculparse, esbozando una sonrisa insolente mientras dejaba sus cosas y se iba con Kibo. El jueves de hecho, llegó más tarde de lo normal y, con dos cojones, unos minutos antes de la hora del café, se acercó a Jonás para hablar con él.

—Podíamos bajar tú y yo ahora y así nos vamos a otro bar que está un poco más lejos pero me invitan a las cañas.

Jonás ni se molestó en mirarlo. Continuó midiendo las paredes de una de las habitaciones.

—¿Pero cuántas horas piensas trabajar al día? ¿Tres?

—Oye —le dijo José acercándose lo bastante como para poder susurrar—, que el marica no tiene queja. Me tiene todo el día pegado a su culo haciendo lo que me manda. ¿Qué más quieren los "homosexuales"?

Acompañó su última palabra con un tonito tan desagradable que a Jonás le dieron ganas de soltarle una hostia.

—Qué poco agradecido eres, tío... Lárgate de aquí, que estoy currando.

José le lanzó una última mirada ofendida y salió por la puerta de la habitación. A Jonás le pareció escuchar un "chupapollas" de despedida, pero prefirió no indagar sobre el tema.

Durante la semana pasada, había hablado con Kibo un par de veces. Le dijo que si tenía que echar a su hermano no dejara de hacerlo por él. Su jefe no había querido seguir la conversación.

—Tú preocúpate por estudiar y por el colegio. Yo puedo lidiar con José perfectamente —fue la respuesta que le dio.

***

LO QUE ERESWhere stories live. Discover now