capítulo 11

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Suspiré y abrí la puerta. La chica corrió hacia mi con un cuchillo en las manos, tratando de apuñalarme y librarse de éste lugar. Pero cada golpe hacia mi cuerpo fue esquivado, en una fuerte patada a su mano izquierda, el cuchillo acabo tirado en el suelo y la muñeca de Elizabeth fue quebrada, haciendo que cayera, al igual que el arma, gimiendo del dolor.
Guardé mi cuchillo, dos veces más grande que el que ella sostenía hace unos minutos, en el bolsillo trasero del pantalón, dirigiéndome hacia ella y tomándola de los pelos, arrastrándola hasta la camilla.
Se retorcía, luchaba y mordía para que la soltara. Agarré nuevamente el arma, volteandola y golpeando el rostro de la mujer con el mango del artefacto.
La cargué en mis brazos, colocándola en la camilla y sujetando manos y pies a los alambres de púas, los cuales se encontraban en cada punta.

Al terminar, rozaba el filo del cuchillo por los pechos de Elizabeth, bajando por su estómago y entrepierna desnuda. - No, por favor... no- decía con su voz aguda. Me acerqué a unos de los cajones del armario, buscando un cuchillo chico y regresando a la camilla junto a un trapo de color rojo. Con el trapo amarre su fina mandíbula, dejando ver sus dientes blancos, y con el cuchillo chico, penetré su vagina múltiples veces, mientras lamía y mordía sus pequeños pechos. La suave tela era mordida por Elizabeth, sus muñecas se desangraban al igual que su genital femenino y el sudor de su cuerpo daba un sabor salado a sus senos quemados.
Aumenté el ritmo del cuchillo, sacándolo finalmente y arrojándolo al suelo blanco. Me aparté de ella, observando el piso.
- Joder... lo que tendré que limpiar- dije al ver un charco de sangre debajo la camilla.-¿Te gustó?- pregunté mientras desataba el nudo de la tela en su boca. Al verme a los ojos, escupió mi suave rostro con su saliva. Volví a atar el trapo. -No debiste hacer eso- pronuncié.
Busqué en los cajones una caja negra con clavos dentro. Al encontrarla, regresé con seis clavos y un martillo.
- Esto te enseñará a no escupirme- Cuando terminé la frase, coloqué la punta del clavo en su talón y golpeándolo con el martillo hasta quedar la mitad del clavo oxidado dentro de la mujer. En cada pie, clavé tres clavos: uno es los talones, otro en la punta y el último en el medio del pie.
Aquellos gritos agonizantes eran el mejor sonido que había escuchado, después de la voz de mi amado.
- Santa mierda- dije observando la obra de arte en la planta de los pies de Elizabeth.-Quisiera ver que otra vez me ataques con los clavos en tus pies... sería estupendo- dije al abrir la puerta e irme.
En el fondo, sabía que Takanori estaba satisfecho por mis acciones.
Luego de un largo baño de agua caliente, quitándome la sangre salpicada de la engendra, pude ir a dormir tranquilo...
-Mañana será un hermoso día- dije al apagar las luces y perderme entre las sábanas azules, olvidando todo.

Mi horrenda obsesión ●Reituki●Where stories live. Discover now