Breakfast and monsters

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~Narra Lecter.

Eran casi las 3 de la mañana cuando abrí la puerta de casa

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Eran casi las 3 de la mañana cuando abrí la puerta de casa. Me sentía exhausto, cansado, abatido. En la entrada a la derecha se encontraba una bolsa llena de objetos de plástico, juguetes que, al parecer Ana no quería más. Había traído su baúl: un precioso arcón de madera de roble, donde, según me dijo la niña, guardaba los juguetes que tenía. A simple vista había tirado la mayoría -por no decir todos, los juguetes.

En la casa reinaba un silencio sepulcral, costaba creerlo tras tanto bullicio durante la tarde. Subí las escaleras hasta mi habitación, no sin antes revisar que Ana estuviera dormida. Su habitación se encontraba delante de la mía, era de tonos grises, neutros, había un pequeño sofá blanco de estilo renacentista, las cortinas - opacas y grises, cubrían las grandes ventanas y a lado de encontraba un gran sillón blanco de respaldo ancho. La cama era de matrimonio, las sabanas eran de seda blanca con algunos detalles azules.

Allí se encontraba dormida la pequeña hija de Gabriel Heller, durmiendo plácidamente, como si nada, no temblaba, parecía no tener pesadillas o problemas con el sueño. Decidí no darle más vueltas al asunto: podría perder el sueño que empezaba a apoderarse de mi. Me fije en la cómoda -que se encontraba delante de la cama, ahí estaban las dos bolsas de ropa que había traído Jack, y el baúl que estaba entre abierto dejaba ver unos cuantos pares de zapatos.

Miré mis manos y luego a la niña. Repetí el proceso una y otra vez. Recordé. Las puertas olvidadas y gastadas y engrilletadas del palacio se habían abierto y era bastante difícil cerrarlas una vez abiertas. Dejé que la rabia tomara posesión de mi cuerpo esta noche. Hacía tiempo de la ultima vez. ¿Seis meses quizá? Negué con la cabeza y salí de la habitación de Ana.

Una vez en la mía me quite la ropa y encendí la ducha, dejando que el agua fría despertarse mi ensoñación y calmase mi temple. Cerré los ojos cuando note el pelo adherirse a mi piel.

¿Que he hecho?
¡No por favor!
¡Para! ¡Te lo ruego!

Voces. Miles de voces de diferentes tonos y personas de una franja de edad determinaba se agolpaban en mi mente. Fantasmas de un pasado que -en parte, no me afectaba.

¿Es verdad que las asiáticas tienen el coño horizontal?
Paul Mammound.

Sentí miles de manos tocar mi piel, palpando brazos y piernas. Manos toscas. Manos suaves. Dedos finos. Dedos gruesos. Brutalidad. Delicadeza. A la vez.

Ven. Vamos a jugar.

El agua era un fría cascada. Un helado manantial que dejaba aflorar aquellos fríos recuerdos. Noté mis músculos tensarse, abrí los ojos y mire al platillo blanco del suelo, viendo y dejandome hipnotizar por pequeños remolinos cristalinos de agua que se teñían de un leve tono rosado. De repente, mi brazo derecho empezó a doler.

My Crimson ButterflyWhere stories live. Discover now