Lentille

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Capítulo 18 - Lentille

Nombre femenino, del francés

Definición:

1. Lente (cristal lumínico o cristal de gafas)

~Narra Ana

El abrazo que Samantha y los dos granujas peludos de la casa me hizo romper a llorar según la puerta se cerró con un suave clic. Los había echado tanto de menos. Yuri y sus chicos amenazaron con coger a mis hermosos huskies y hacer de ellos dos abrigos. Sólo el hecho de volver a pensarlo hace que me hierva la sangre de la rabia.

Suspiré en el cuello de Sam, larga y pesadamente, haciendo el abrazo más fuerte, ya sin lágrimas, pero aún sin poder creerme que estaba en casa. Por fin; en casa. Ambas nos separamos un momento después, y empezamos a reír de felicidad al ver a los perros correr de aquí para allá, dar saltos como ranas y aullar como lobos a la luz de la luna de la felicidad, sus blancos rabitos balanceándose como las antiguas banderas de los barcos y sus ojos resplandecían como diamantes.

-Bienvenida a casa Ana.-Me sonríe Sam apretando mis manos ligeramente.

Nada había cambiado en mis dos meses de ausencia, salvo algún que otro mueble o decorado, bueno, casi nada, porque ahora la cocina era completamente abierta a la casa. Sam me ofrece algo de comer, algo que rechazo amablemente, mientras le digo que me iré a dar una ducha fresca a intentar relajarme por fin. Dejo el taper de gyozas en el congelador y la bolsa térmica la doblo cuidadosamente, guardándola en un cajón. Samantha mira la nevera con una mueca, suspiro.

-¿Cuántas veces has comprado ya este mes?-Su mirada choca con la mía y sonríe.

-Tres veces, poca cosa, siempre se me olvidaba algo.-Saca la lengua.

-¿Y para que he pegado una lista de la compra en la nevera? ¿De adorno Sam?-Ambas nos reímos. Admiro a mi amiga durante un rato.

Samantha Lameck. Poca gente sabe que su segundo nombre es Karolinne. Tiene veintidós años, los cumple en Marzo. Es amable, jovial, juguetona y muy despistada. Está haciendo un máster en fotografía ahora mismo. Le encantan los gatos y perros por igual. A mí no, perros, exclusivamente. Su piel es de un tono bronce que me recuerda a una puesta de Sol. Sus ojos son verdes, de unos tonos más oscuros que los míos, casi alcanzando un tono verde oliva. Es alta, de rasgos finos y cara ovalada. Cuando la conocí con quince años, era rubia, se acaba de teñir de negro por lo que parece. Proviene de una familia de afamados empresarios alemanes.

-Bueno, se me olvida usarla, ¿algún problema?-No digo nada, hago un puchero y me doy la vuelta para subir a la planta de arriba hacia mi habitación. Oigo como Sam se ríe en el piso de abajo.

La primera y única planta extra de la casa tiene un pequeño espacio de relax a la derecha según subes las escaleras, delante de ellas hay un pequeño pasillo. La primera habitación es la de Sam, la segunda a la derecha es el baño, la del fondo es mi habitación, abajo tenemos una habitación de invitados, aunque poca gente viene como para usarla.

Las piernas me pesan, empiezo a sentir la carga de los días y meses anteriores. Abro la puerta, encontrándome con mi querida habitación. Nada había cambiado en dos meses. Las paredes seguían de ese tono gris pálido que tanto me encantaba. A media altura de la pared había detalles de cenefas de color blanco. Los muebles negros provocaban una armonía de tonos placentera. La cama se encontraba entre dos puertas que daban al pequeño pasillo-vestidor, las sábanas tenían un estampado estilo arabesco de tono turquesa, y cojines de varios tamaños se esparcían sobre ella. A la derecha, pegado a la pared, sigue estando mi pequeño tocador, una mesita preciosa de estilo antiguo, encontrada en un mercadillo hace unos años, la restauré por mi cuenta. Sonreí ante el recuerdo de estar llena de pintura negra y el polvo de la madera haciéndome estornudar como una loca.

My Crimson ButterflyWhere stories live. Discover now