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~Narra Ana.

Tras terminar las empanadillas, el doctor me sugirió que fuese ha hablar con Bella, que debería estar aburrida de estar sola. No lo pense dos veces y acepté su oferta con una suave sonrisa.  Se acerca a mí de frente, la envergadura de su cuerpo abarca el mio por completo, como si fuera un Gólem. Su perfume me envuelve, huele a tierra mojada y miel. Desata el férreo nudo del delantal en un abrir y cerrar de ojos. Se aparta de mí, poniendo cinco pasos de distancia entre nosotros, y me mira. Sus ojos son oscuros y tiene una pequeña sonrisa en sus labios. 

Salgo de la cocina, sin darle la espalda en ningún momento, temerosa de que perdiese la cabeza. Él o yo. Ya no sabia cual de los dos estaba mas loco y desquiciado.

Me encuentro con Bella sentada en el sillón azul petróleo, el sol da directamente a sus manos, haciendo que parezcan chocolate bañado en oro. Al percatarse de mi presencia, alza los ojos del libro de buena gana, dedicandome una amplia sonrisa que es imposible no corresponder.

Me siento a su lado, en silencio, mientras inspecciono la sala, no había cambiado ni un ápice desde que era pequeña, alguna decoración aquí y allá, pero poco más. Los mismos libros adornaban las estanterías de anchos pedazos de madera.

-Ha tenido que ser horrible.-La voz de Bela rompe mis pensamientos. Giré mi cabeza, encontrándome con sus ojos. Se parecía a una de las chicas que pasaron por allí. 

Entrelacé las manos en mi regazo, apoyándome en ellas. Suspirando. Cerrando los ojos. Rezando por no recordar.

-Lo ha sido. Lo fue.-Murmuré sin notar lágrimas inquietas por salir al aire fresco, sin querer inundar mi sistema.-Sin duda el trauma será fuerte.-Suspiró otra vez y me echo hacia atrás, apoyando mi peso en el respaldo.-A veces tengo pesadillas. A veces no puedo dejar de mirar las cicatrices.-Cierro los ojos y hago un patrón circular en mi muñeca derecha con el dedo corazón, de manera lenta.

A veces tengo pesadillas. A veces pienso que yo soy la asesina. 

Pero eso no se lo digo. Por mucho que quiera. Me lo trago y dejo que se convierta en una piedra amarga, cubierta de moho, que cae como un peso muerto al fondo de mi alma.

-¿Has ido ya a ver a Lucille?
-No.- Niego con la cabeza y en voz baja.-Pero tengo cita para mañana.-Sonrió ligeramente. Mientras el ruido del aceite chisporroteante me trae recuerdos de cuando la tía Momoko hacía sus gyozas de pollo.
-Espero que puedas olvidarlo.-Bella me acaricia la espalda con la mano, en un patrón de zigzag que llega la mitad de mi espalda.
-Esas cosas nunca se pueden olvidar Señora Crawford. Por mucho que una quiera, reze o deseé.-Sonreí de manera melancólica al ver la tristeza en sus ojos. Me levanté y cogí su copa que estaba en la mesita.-¿Mas vino?-La señora asiente, volviendo a su libro.

Voy de vuelta a la cocina, encontrándome con Hannibal moviéndose hábilmente, casi bailando un vals.
-Si que se le da bien.-Sonrió mientras dejo la copa en la encimera y cojo la mía que estaba algo apartada.-Yo no podría hacer tanto a la vez.
-Uno se costumbra.-Me sonríe mientras corta algo que parece ternera. El ruido del cuchillo ensombrece mi mente y me quedo anclada al suelo como si me hubieran atornillado a el.

Chop. Chop. Chop.

Las cadenas caen del cielo como si fuera lluvia ácida. Caen a mi alrededor, formando un espectáculo de eslabones, que van recorriendo todos los tamaños y estilos y colores. La mas gruesa cobra vida propia y rodea mi cuello con parsimonia, como si lo acariciara antes de rompérmelo en dos con solo un tirón.

"Aún eres una niña."

Yuri se materializa delante mía. Con el cuchillo en mano. Quiero gritar, pero él tira de la cadena cómo si esta no pesara nada. Quiero defenderme, pero las demás cadenas se vuelven serpientes, reptan y se enroscan en mis brazos, siseando promesas y muerte manchada de un veneno sin antídoto.  Yuri alza el brazo, y el cuchillo corta el aire sin esfuerzo.

My Crimson ButterflyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora