Dementium

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Dementium - Latín - Adjetivo.

1. Adjetivo masculino, femenino o neutro, plural de demens.

Demens - Latín - Adjetivo

1. Loco, demente.

~Narra Ana.

Abrí los ojos, encontrándome en una estancia que no encajaba con la consulta de Lecter, ni su casa, ni la mía, mucho menos un hospital. El techo era blanco, las paredes parecían antiguas, tenían aquel antiguo papel pintado de flores por todos lados, el favorito de las abuelas.

Me senté en la improvisada cama que era un colchón cubierto con una sábana sucia. No se oía ni un alma, ni un susurro, nada. Cerré los ojos y repase los últimos recuerdos.

Fui a hacerle una visita a Hannibal, para ver cómo estaba y ponernos al día. Se le veía tranquilo, aunque un poco tenso. Me ofreció vino o whisky, a lo que elegí lo segundo. Lo había estado guardando durante catorce años...desde el incidente con Dominick. Estábamos sentados, uno frente al otro, uno con una copa, otro con un vaso y dos hielos. De repente el cristal cae al suelo. El whisky se vierte, y el hielo provoca un golpe seco. Siento dos manos fuertes agarrar mi cuello y veo con horror como la cara de Hannibal ni se contorsiona de espanto, odio, furia... No, de hecho, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, deshaciendo un poco su perfecto peinado, como si aquello le provocase un inmenso placer. Intento luchar contra él y ni soy capaz. Araño su piel y es como una suave caricia, evocando ríos escarlatas allá por donde las uñas de mis dedos pasan, intento susurrar su nombre como un secreto a voces, pero todo resulta en vano. Todo se empieza a volver blanco y negro, y alcanzó a escuchar una voz rota por la culpa:

Lo siento, pequeña.

Abro los ojos de golpe. Hannibal había intentado matarme. ¡Un intento de homicidio! El pánico me toma en sus brazos y siento mi cuerpo temblar. Me bajo de la cama y mis pies descalzos tocaron algo líquido, miro al suelo y me percató de que es sangre. No suele asustarme este tipo de cosas, pero ahora mismo tengo mis sentidos a flor de piel, así que me pongo de pie y buscó una salida a toda prisa.

Sin éxito.

Sentí una presencia detrás de mí y poco a poco me giré, encontrándome al gigante ciervo negro ante mi. Dio un par de pasos que provocaron un ligero chapoteo de la sangre, que curiosamente, empieza a desaparecer por algún conducto, vete dios a saber donde.

Según el ciervo avanza, yo retrocedo hasta quedar contra la pared. Asustada, cierro los ojos. Siento algo mojado tocar mi mano y siento que es el hocico del animal que agacha su cabeza, haciendo que la mía quede entre sus astas que rozan la pared. ¿Quería que lo acariciara? Los nervios, mezclado con el miedo, el terror y lo desconocido pudieron conmigo y empecé a llorar, dejándome caer poco a poco al suelo, el ciervo acompaña mi silencioso descenso, hasta que su cabeza queda en mi regazo y empiezo a acariciarlo suavemente, dejando las lágrimas correr.

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Me desperté con el ruido del cuchillo al golpear una tabla de madera y de fondo una tenue música clásica. La cabeza me dolía un horrores y me sentía cansada. El recuerdo hizo un ligero clic.

Hannibal había intentado matarme.

Toque mi cuello y la sensación de una mano apretarse contra él y lograr parar mi respiración era aterradora. Me levanté de un salto y me di cuenta de que estaba en la misma habitación. Mi habitación. No había cambiado absolutamente nada, ni los muebles, ni su disposición. El pequeño escritorio tenía varios objetos que parecían ser regalos aún envueltos. Lo mismo ocurría con el tocador y la silla al lado de la ventana con las pesadas cortinas de tono gris. Salí de la cama con cautela, seguía llevando mi vestido negro y todo lo de valor -mi esclava, el anillo de mamá y mis pendientes, seguían conmigo.

My Crimson ButterflyOnde histórias criam vida. Descubra agora