Capítulo 05

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William está a mi lado comiendo, tiene la manía de comer todos los días dos zanahorias delgadas, luego prosigue con el resto del almuerzo, es su verdura favorita, Liam podría comerlas como si fueran palomitas de maíz durante una película.

Esta mañana no pude desayunar porque Lou estaba en la cocina esperando que entrara, estoy segura de que quería convencerme, seguirá intentándolo hasta que acepte ir a las Olimpiadas; por lo tanto, decidí partir con discreción, cuando llegue a casa esta tarde, estará muy enojada.

—¿Quieres una? —pregunta el rubio tendiéndome una zanahoria, su mirada corre hacia mi bandeja llena, hace una mueca de desagrado—. Ayer no comiste nada durante la cena, hoy tampoco estás comiendo, ¿desayunaste?

—¿Importa? —respondo, esquivando la cuestión. A veces es muy pesado con el tema de la alimentación, dice que como poco, que debería dejar de pensar en la apariencia y más en mi salud. Es algo que no entiende, no tengo problemas alimenticios ni me preocupa tener unos cuantos kilos de más, simplemente no siento hambre.

—No quiero que vayas a desmayarte como hace unos años pasó porque no comiste nada durante día y medio, Hannah.

—Tranquilo, no eres mi niñero, no tienes por qué preocuparte. —Apenas termino la oración, no puedo creer que la haya dicho yo.

Trago saliva cuando Liam alza la ceja, casi puedo escuchar los engranes trabajando a toda velocidad en su cerebro. Después esboza una sonrisa que no comprendo, cierra los espacios entre los dos arrastrándose, haciendo que mi rodilla desnuda toque su pantalón de mezclilla. Uno de sus brazos se apoya detrás de mí, agarra el filo de la banca, por lo que tengo que hacerme hacia adelante para que no me toque. Con su mano libre juega con la zanahoria.

—Pero me preocupas, Han, así que abre la boca porque te alimentaré yo mismo. —Arrugo la frente con confusión, ¿qué carajos está haciendo? Se inclina hacia adelante y pone la punta de la verdura frente a mi boca cerrada—. Abre si no quieres que use una táctica muy antigua.

En el pasado, cuando me enojaba y me negaba a besarlo, me arrinconaba picoteándome el estómago hasta que abría la boca y me robaba un beso húmedo, así eran nuestras reconciliaciones, yo terminaba bajando las defensas. Recordarlo hace que mis mejillas se calienten, también mis orejas.

Suelta una risita entre dientes, frunzo el entrecejo y se la arrebato con más fuerza de la necesaria.

—Deja de burlarte. —Me llevo la zanahoria y la mastico, cruje a causa de mis dientes, endulza y refresca mi lengua al mismo tiempo. No deja de observarme, tampoco se echa hacia atrás, se mantiene estático hasta que me termino la verdura. En lugar de enderezarse y darme espacio, analiza el contenido de mi bandeja y chasquea la lengua, empuja con suavidad el plato y toma medio emparedado del suyo. Me muero la lengua cuando me lo ofrece.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now