Capítulo 21

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El lunes antes del receso, voy a mi casillero a dejar los útiles. Suelto un suspiro melancólico al vislumbrar una rosa saliendo de las rendijas, el tallo está en el interior y el cúmulo de pétalos afuera. Con tranquilidad lo abro y dejo mis libros, hay una nota, automáticamente sé quién la dejó, reconozco la letra.

El enojo me abruma, picazón sube por mis dedos, mi nariz cosquillea. ¿Por qué hace esto? Ni siquiera abro el sobre, tomo los dos obsequios y los tiro en el basurero más cercano. Me tallo el rostro con las palmas, observo desde arriba la flor y la carta en medio de la basura preguntándome si estoy siendo más tajante de lo que debería. Vuelvo a suspirar, agacho la cabeza y sigo el camino de los estudiantes que se dirigen a la cafetería.

Liam tiene que parar, ayer no dejó de mandarme mensajes, de llamar. La abuela me miró con asombro cuando le pedí que le dijera que no estaba. Tengo que marcar la línea, él me está complicando las cosas.

Estoy segura de que no les ha dicho a sus padres que ya no estamos juntos, sinceramente no sé cómo vayan a reaccionar, al menos mi papá me apoya, ese es mi único consuelo. No debería ser complicado contarles ya que fui yo la que terminó con él, aunque quizá se llevaría un castigo si llegan a ver el video que circula en Twitter. Lo vi esta mañana, un invitado de la fiesta grabó la escena, en él se ve claramente que William estaba teniendo algo en la cocina de su casa con Mirian, quien intentaba retenerlo haciendo pucheros. No deseo estar en su lugar, no creo que ser la protagonista de rumores desagradables sea algo bueno, pero es Mirian, no la conozco en absoluto, tal vez a ella le gusta ser señalada y etiquetada. Yo también tengo una etiqueta: «la cornuda», sin duda la prefiero a que me llamen «zorra».

Lo más fácil sería esconderme en la biblioteca, mantener mi perfil bajo y no exponerme ante los ojos de todo el alumnado, no sé si la gente ya se enteró de lo que hizo mi madre, sin embargo, decido hacer todo lo contrario, no sé cuándo me convertí en la chica que esconde sus sentimientos, yo no era así y no me agrada serlo. Así que hoy digo basta, no voy a esconderme, voy a ir a la maldita cafetería, comeré mi almuerzo y dejaré que todos hablen sobre ello porque soy Hannah Carson.

Tomo un respiro antes de entrar, el silencio me llega como si fuera una ráfaga de viento estampándose en mi rostro; es ridículo. Hago como si no supiera que la gran mayoría me está mirando, siento sus miradas clavadas en mi nuca mientras me dirijo a la barra con una bandeja. Una vez que obtengo la comida, busco una mesa, evito mirar hacia el lado que solía ocupar antes, camino hacia el polo opuesto, el que suelen ocupar personas que nunca he visto.

Me dejo caer en una banca vacía, la mesa es demasiado grande para mí, pero prefiero estar sola a ir con esa gente que no hacía más que sonreírme y apuñalarme apenas me daba la vuelta.

Para mi sorpresa, cuatro chicas se sientan frente a mí, a una de ellas la conozco, a las demás solo las he visto caminando por ahí. Kealsey Bower me sonríe.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now