Capítulo 25

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Mientras me deshago del maquillaje con una toallita húmeda, miro de reojo los tres vestidos pulcros que reposan en mi colchón, todavía tienen las etiquetas. Uno es de color verde, tiene un cinturón de pedrería que brilla debajo de la luz; el segundo es rosa pastel, es mi favorito, los holanes del faldón parecen olas; el último es de encaje negro.

Se me metió una idea un tanto descabellada en la mente, tal vez pueda llevarlos con Darvelia para que los arreglen en el taller de costura y los ajusten a las medidas de las chicas, así no podrán excusarse y tendrán algo que usar en el baile de graduación. El único inconveniente es que no tengo algo que pueda quedarle a Cindy.

Alguien toca la puerta y me hace saltar, la abuela Bo está parada en la entrada de mi habitación. Después de que le dijo a Liam que se fuera, subí corriendo las escaleras, ella se quedó en la planta baja, pero luce como alguien dispuesta a todo con tal de saber la verdad.

—Quiero que me expliques qué fue lo que pasó allá abajo —pide, se dirige hacia la cama, hace a un lado los vestidos y se sienta sin dejar de contemplarme.

Aprieto la toallita con aprehensión, ¿cómo puedo evitar hablar al respecto si escuchó todo? No tengo escapatoria, ella ya lo sabe de todas formas.

—Mi noviazgo con Liam no fue el mejor de todos, Bo —susurro. La miro por el espejo, sus párpados se cierran y sus palmas arrugadas aprietan sus muslos—. Lo amaba tanto que no me importaron los defectos de nuestra relación, creí que algún día mejoraría, pero no fue así, empeoró con el tiempo.

Sus párpados se abren y revelan dos ojos vidriosos que me comprimen el corazón, dejo botada la toallita y me acerco a ella, quien me recibe con los brazos abiertos, me refugio en su pecho y me escondo. No sé por qué no le conté antes, pero se siente bien ahora.

—¿Y tu madre lo sabía, Hanny? —pregunta. El silencio se precipita entre las dos, no quiero responder y decepcionarla, no quiero decirle que mi madre incluso me motivó a aguantar, la abuela Bo no merece eso. Sin embargo, al parecer puede leer mi mente, pues se envara—. No puedo creerlo, es inaudito, Eugene tiene que...

—¡No! —me apresuro a exclamar—. No le digas, Bo, no quiero que haya más problemas entre mis padres, mucho menos ahora que mamá está en el hospital, tal vez después podamos hablarlo, ella tiene que salir adelante. Tampoco deseo lastimar a Liam y mucho menos a los Baker, si papá se entera sé que se va a molestar muchísimo, solo quiero seguir con mi vida y que él pueda hacer la suya.

Eso parece calmarla, pues se queda quieta y relaja los hombros, espero que no le diga a mi padre, no sé si podría soportar que se decepcionara de mí y de William, pues lo quiere como si fuera su hijo, los Baker me quieren como si fuera su hija.




El día siguiente entro al taller de costura cargando tres bolsas largas, Darvelia está en el aula, sentada junto a una máquina de coser. Sus párpados se abren por el asombro al verme, apaga el aparato, se pone de pie y se aproxima. Está usando un pantalón bombacho con líneas verticales rojas y negras, una playera blanca, un chaleco negro y un sombrero.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now