Capítulo 09

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—Ahora sí lo he hecho todo —digo al tiempo que me meto al coche de Oliver. Enciende el motor y arranca.

—¿Eso crees? Eres muy cobarde como para hacer todo lo interesante.

Su respuesta me hace fruncir el ceño, el día de hoy fui valiente, y se habría enterado si no hubiera estado con Mirian. Controlo las preguntas que quiero hacerle respecto a ella, las retengo. ¿Ellos se ven en secreto o solo fue un encuentro ocasional? ¿Se han visto desde siempre? ¿Por qué Mirian nos dijo que lo odia? Nada tiene sentido, nada cuadra. El abrazo que yo vi en el pasillo no fue obligado.

—Te sorprenderías... —Mientras él maneja hacia algún lugar del que no poseo conocimiento, le cuento lo que hice el día de hoy. Desde el cambio en mi vestimenta, en mis alimentos, y lo que sucedió con mi madre antes de que me saliera de la casa a escondidas. La exaltación que experimento al relatar los acontecimientos es celestial.

—Eso es genial, pero te falta potencial —dice al estacionarse frente a un parque. Hago una mueca de disgusto, ¿por qué siempre tiene que ser así?—. ¿Me acompañas?

No espera mi respuesta, desciende del automóvil. Lanzo un suspiro al tiempo que abro la puerta del copiloto y salgo, la brisa fresca de la noche me pega en la piel, eriza mis poros, el frío me hace sufrir unos cuantos escalofríos. Oliver busca algo en la cajuela, me abrazo a mí misma por el clima helado y porque no sé qué otra cosa hacer. La estupefacción me embarga, él saca una patineta, ¿en serio?

—¿Me sacaste de mi casa porque quieres compañía mientras juegas con esa cosa? —pregunto, con el humor por los suelos.

—No es solo una cosa, se llama Apolonia.

—Hay hombres que le ponen nombre a su pene, ¿tú le pones nombre a tu patineta? ¿De verdad?

Oliver suelta una risotada a la que le sigue una carcajada estruendosa, cierra la cajuela con fuerza, avienta a Apolonia al piso y la mueve con su pie de adelante hacia atrás.

—No puedo creer que hayas dicho eso en mi presencia —dice, sonriendo de lado.

Me quedo estancada en la acera, viendo cómo se mueve de aquí para allá con Apolonia... Pff, ¡increíble! ¡Estoy perdiendo la razón! Le estoy llamando por su nombre a una cosa inanimada. Respiro profundo e intento tranquilizarme, si sigo así terminaré esposándolo al poste para cuestionarlo, y no, no puede darse cuenta de que estoy un tanto perturbada, no soportaría escuchar sus burlas.

Él hace una pirueta, después otra, y continúa así. Resbala en los filos de las banquetas, hace un saltito que hace que abra los párpados con sorpresa. Me asombra la concentración con la que se maneja.

—¿Es difícil? —Me encuentro preguntando. Oliver hace un último salto antes de detenerse y enfocarme con una ceja alzada.

—Ven y te muestro. —Acaricia las palabras con su lengua, es como si hubiera dicho algo totalmente diferente... e indecente. Doy un paso hacia atrás.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now