Capítulo 10

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Oliver y yo salimos de la escuela y nos sentamos en una jardinera, hay gente alrededor que me observa, tal vez preguntándose qué hago con él, y me sorprende que ya no me importe lo que piensen respecto a nuestra extraña amistad... Lo que sea.

Me ha dado tantas lecciones, me ha abierto los ojos, nunca una persona hizo algo así por mí, de no ser por él yo seguiría llorando por todos los rincones, quizá sigo llorando, pero al menos ya sé que mis decisiones no han sido buenas.

—¿Me quieres contar acerca de ese tal nadie?

Me relajo en mi asiento y tomo aire, observo mis dedos temblorosos.

—Ese tal nadie es el hijo del socio de papá y de la mejor amiga de mi madre, lo conozco desde siempre, era mi mejor amigo. —Sonrío con tristeza—. Nunca me han gustado las cenas de negocios y todas esas cosas aburridas, así que estar con él y salir a jugar era divertido, como tener un cómplice de crímenes. Luego crecimos y sucedió, me empezó a gustar, me percaté de ello cuando él tuvo su primera cita con otra chica, se me ocurrió la estúpida idea de contarle a mi madre porque era mi amiga. Los padres de Liam lo obligaron a salir conmigo para conservar el bienestar del negocio. Lo intentamos al principio, pero después todo se fue al demonio.

—¿Lo sigues amando a pesar de todas las cosas que te ha hecho? Porque me he dado cuenta de muchas, Hannah.

Evito mirarlo por la vergüenza, sí, estoy avergonzada por permitir, por callar, por agachar la cabeza. Oliver se estira y captura mi barbilla con su pulgar e índice, me obliga a encararlo.

—Eso mismo me pregunto yo todo el tiempo, no lo sé, no sé si lo sigo queriendo o es solo una costumbre, rutina.

—Está mal acostumbrarse a que te lastimen, solecito, nadie tiene el derecho de dañarte, ni siquiera si amas a esa persona. El amor no duele, la obsesión sí.

Nos quedamos callados por un instante, sus ojos me observan, yo lo observo, sintiendo sus dedos quemando mi piel. Son verdes y claros, como si estuviera en un estanque, hay calma y tranquilidad. Me encantan, eso me asusta, sin embargo, es esa clase de miedo que te vuelve adicta por la adrenalina que te hace sentir, como ver una película de misterio, podría ver sus ojos todo el tiempo.

—Creo que tú y yo a partir de ahora somos amigos y confidentes —digo. Le doy un empujón juguetón con mi hombro, Oliver sonríe de lado.

—No le digas a nadie o se burlarán de mí. —Le propino un codazo en el torso—. Auch, era una broma.



El día siguiente, a eso de las doce, me encuentro al director en medio del pasillo. Le sonrío, voy a seguir mi camino, pero su voz me detiene.

—Señorita Carson, me alegra muchísimo saber que al fin se decidió y aceptó ir. —Me le quedo mirando con confusión. Es un tipo alto y con escaso cabello, el poco que tiene es de color blanco grisáceo.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now