Capítulo 22

393K 28.5K 15.1K
                                    

Canción: Shower - Madylin Bailey

Me arreglo para la cita, me pongo un vestido casual rosa que me llega hasta las rodillas, parece un camisón y, aunque mis curvas se notan, no es ceñido al cuerpo

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

Me arreglo para la cita, me pongo un vestido casual rosa que me llega hasta las rodillas, parece un camisón y, aunque mis curvas se notan, no es ceñido al cuerpo. Dejo mi cabello suelto y cubro mis imperfecciones con maquillaje, no quiero arreglarme demasiado pues no sé a dónde iremos, no quiero desentonar.

Me observo frente al espejo y sonrío, los nervios me carcomen.

Oliver es puntual, me manda un mensaje de texto cuando se estaciona afuera de mi casa. Me despido de la abuela, quien está sentada en la sala viendo una película. Me desea buena suerte y me avienta un beso.

Subo al automóvil que me espera en el exterior con el corazón latiendo a toda velocidad.

—Hoy luces como un apetecible bocadillo lleno de mermelada —me saluda, su ceja está alzada. Ahogo una risa en mi boca. Él luce bien, trae puestos unos pantalones de mezclilla gastados y una camiseta azul marino.

—Qué gracioso —digo a lo que me guiña—. ¿Podríamos pasar antes al hospital? No creo que me reciba, pero nada pierdo intentándolo.

—Por supuesto —responde.

Sin más, arranca. Llegamos en cuestión de minutos, le pido que me espere en el coche, él asiente y me regala una sonrisa. Una vez dentro del hospital, busco el ascensor y respiro hondo varias veces en el diminuto cubículo que se cierra a mi alrededor. Comprendo su dolor, ella debería comprender el mío y dejar el orgullo, yo jamás criticaría sus sentimientos, solo quiero hablar, no he vuelto a verla desde ese día que se puso a gritar.

Apenas llego a la recepción, la enfermera en turno me sonríe con condescendencia. Ya sabe quién soy y a quién vengo a ver, siempre está ella, siempre me dice lo mismo.

—¿Puedo verla? —pregunto, esperanzada. Niega con la cabeza, mis hombros se hunden.

—Lo siento, cielo, tu madre no quiere recibir visitas, está pasando por un periodo difícil —dice—. Creo que lo mejor es que dejes que supere esto sola.

Miro mis dedos, los cuales se retuercen. Supongo que tiene razón, después de todo, en mi familia todos tenemos que superar los problemas por nuestra cuenta, ¿no? Lou y Eugene lo resuelven solos, también yo. Ella no va a permitir que me acerque y su orgullo no dejará que me hable como si fuéramos amigas, no sé por qué pensé alguna vez que lo éramos.

—Gracias —murmuro.

Salgo de ahí, no con los ánimos decaídos, pero sí decepcionada.

—¿Todo bien? —pregunta Oliver tan pronto entro en el auto y me pongo el cinturón de seguridad. Él enciende el motor y sale del estacionamiento.

—Sí. —Suspiro con pesadez. Me guardo mis pensamientos, ya que no deseo amargar nuestro día con mis problemas.

—¿Lista para nuestra cita? —cuestiona mirándome de reojo, después centra la vista en la calle. Le agradezco en mi mente que no me pregunte, pues la verdad no quiero hablar de mi madre.

Química imparable © (AA #2) [EN LIBRERÍAS]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant