Capítulo IV

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Kiara no se movió en todo el trayecto desde la cabaña hasta la mansión. Tal vez por la droga, o tal vez por estar fuertemente amarrada al asiento del copiloto: Hell no quería que se le pasase por la cabeza la estúpida idea de saltar con el vehículo en marcha.

De vez en cuando se removía, inquieta, como cuando alguien tiene pesadillas e intenta alejar sus temores a base de inútiles patadas. Era entonces cuando Hell se percataba de su presencia, y le echaba algún que otro vistazo para asegurarse de que seguía ahí.

No era algo que le hiciese mucha gracia; a esas horas él ya debería estar con Logan. Tenían que pasarse por el local de Jimbo para comprar algo de droga.

Jimbo era la mano derecha de DD. Era un tipo alto y carismático que controlaba todos los locales de su padre en la ciudad. Y a pesar de que podía considerar que la droga era suya, DD obligaba a su hijo a pagar.

“¿Quieres meterte esa mierda en el cuerpo? Perfecto, hazlo, pero pagando”.

Esas fueron las palabras de DD la última vez que le entregó un par de gramos de coca.

Hell sabía muy bien las consecuencias de consumir aquel polvo “mágico”, como Tears lo llamaba cuando era pequeña y veía como los hombres de su padre lo pesaban y distribuían en bolsas transparentes, pero a aquellas alturas todo le importaba una mierda.

Alargó el brazo hasta la guantera y sacó un paquete de tabaco. Pero rozó la rodilla de Kiara al coger el carísimo mechero con incrustaciones y esto provocó que la joven se despertase de forma brusca y comenzase a gritar, presa del pánico.

- ¡Por favor, por favor! - gritaba hiperventilando - ¡Suéltame, por favor! ¿A dónde vamos? Mi padre tiene dinero, si dejas que lo llame él te recompensará, por favor, solo deja que…

 Hell aminoró la velocidad. Ahora tenía que prestar atención a la carretera, el cigarrillo y los intentos de escape de la “niña”.

- Respira, nena, respira - dijo Hell abriendo la ventanilla para dejar salir el humo.

Kiara ya estaba lo suficientemente aturdida como para azorarla más con aquella densa masa de la quema de la nicotina.

Pero ella no estaba precisamente respirando. Su pecho estaba subiendo y bajando a una velocidad demasiado peligrosa, anormal. Jadeaba mientras el pánico se reflejaba en los ojos de Hell.

Pánico porque sabía a la perfección lo que ocurría: estaba padeciendo un ataque de asma.

Dio un volantazo y derrapó sobre el arcén de tierra. Desde allí se podía divisar la imponente casa de los Capobianco sobre un montículo verdoso que antes ocupaba una ermita.

Kiara seguía hiperventilando. Tenía las manos aferradas a su garganta y el cuerpo echado hacia delante, todo lo que le permitía el cinturón de seguridad y la cuerda que la mantenía fija al asiento.

Hell sacó la llave del contacto y rompió la cuerda con ella.

- Tranquila, nena, respira - decía mientras rebuscaba en la guantera.

Era realmente difícil encontrar lo que buscaba con tanta desesperación. La guantera estaba llena de papeles, fajos de billetes, un par de navajas y una pistola de calibre 21. Incluso un par de gramos de hachís.

Tras varios segundos con Kiara apretándole el brazo y pareciendo que fuese a dejar de respirar en cualquier momento, Hell sacó un inhalador y lo presionó contra los labios de la joven.

Kiara recibió el inhalador con desesperación, y respiro profundamente un par de veces antes de dejarse caer de nuevo contra el asiento.

Hell echó la cabeza hacia atrás y se aflojó la corbata.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Where stories live. Discover now