Capítulo XXVII

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Cuando Hell saltó por la ventana desde un segundo piso, Kiara realmente pensó que estaba loco. Pero cuando se incorporó un segundo después con el rostro inalterado, supo que no era tan peligroso. Al menos no para él.

-¿Vas a bajar algún día? Lo digo por ir al cine y luego pasar a buscarte – dijo Hell cruzándose de brazos.

Kiara se limitó a dirigirle una mirada fulminante y encaramarse a la ventana. Ni siquiera sabía por qué estaba haciendo aquello. No tenía ningún sentido.

-No es muy recomendable – continuó él leyendo sus pensamientos -. No bajar, digo.

-No me metas prisa, ¿vale? No todos somos tan cabeza-huecas como tú. Además, ya te lo he dicho, estoy bien aquí. ¿Por qué tengo que ir contigo a ninguna parte?

Hell se alejó un par de pasos de la pared hasta que sus ojos pudieron ver la entrada principal de la casa. Su rostro cambió drásticamente.

-Salta. Ya – ordenó de repente.

-No voy a...

-¡Que saltes, joder!

Con aquel grito final, Kiara habría saltado desde el primer momento. Pero ya que insistía... Se sentía segura allí, en Vermont. Era su territorio, al igual que para Hell debía serlo Nueva York. Por eso no estaba asustada, porque creía que poseía el control total de la situación. Tal vez Hell fuese armado y tuviese una voz intimidante, pero ella conocía aquellas calles como la palma de su mano y sin lugar a dudas podría correr más que las balas.

Sin embargo, le causaba curiosidad por qué había ido a recogerla si no era para matarla. Debía odiarla. Su padre había matado a DD y ella era hija de Rhett. ¿Querrían volver a atraparla y chantajear a Rhett? ¿O matarla de una forma mucho más dolorosa que un tiro en la cabeza? Para cuando Kiara formuló estas preguntas en su cabeza ya era demasiado tarde para echarse atrás porque ya había saltado. Por unas milésimas de segundo solo pensó una cosa: “¿Por qué?” Entonces Hell frenó su caída y la cabeza le dio vueltas.

-No te me desmayes ahora, ¿eh? - murmuró Hell dándole una palmada suave en el rostro.

-No voy a hacerlo – contestó ella recobrando la compostura y alzando la cabeza.

Habría esperado que Hell se riese o que al menos arquease las cejas. Cualquier reacción le habría bastado porque debía haberse visto realmente patética. Pero él había cambiado totalmente de actitud. Era como si una nube de confusión y seriedad lo envolviese. El calor de la tarde no era la mitad de sofocante que su mirada apagada.

-Vamos – se limitó a decir.

Kiara lo siguió, algo incómoda, hasta la verja del jardín trasero. Si esperaba que fuese a saltarla también, iba listo. Estaba a punto de decirlo cuando algo llamó más su atención. En la entrada principal, a unos cien metros, un grupo de gente esperaba en un orden casi celestial frente a la puerta. Kiara tardó un par de segundos en entender quiénes eran. Primero los hombres trajeados con las manos en sus chaquetas, luego los tipos con chaquetas de cuero y grandes cadenas de oro y finalmente la voluptuosa mujer con vestido rojo justo en el centro del grupo, como si fuese una especie de piedra preciosa. Babe Capobianco se quitó las gafas con un movimiento de pelo seductor y tocó al timbre.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Where stories live. Discover now