Capítulo XXVIII

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Babe Capobianco podía sentir el pulso de aquel chico bajo la presión de su antebrazo. Era lento, tranquilo, cálido... Liam Capaldi no tenía miedo y ella lo sabía. Eso facilitaba mucho las cosas. Solo tenía que deslizar suavemente la hoja y todo habría terminado. Solos, en el salón de Rhett Capaldi, le habría encantado que DD la hubiese visto.

-Mi hermana...

-Cállate – ordenó Babe.

Se ahorró lo que realmente quería decir, que Kiara ya estaba muerta. Las palabras que había dirigido a su hijo retumbaron en su cabeza como proyectiles. “Mátala o ya no eres parte de esta familia, Henry. Demuestra que querías a tu padre, demuéstraselo”.

-Por favor, mi hermana...

-¡He dicho que te calles!

El cuchillo desgarró la piel con tanta facilidad que hasta ella misma se estremeció al ver sus manos manchadas de rojo. La sangre fluía y formaba un río furioso que se estampaba contra la alfombra impoluta. Soltó el cuerpo del chico alzando las manos y su expresión fue gélida. No sentía lástima ni remordimiento alguno. Sentía desilusión. Aquello no se sentía tan bien como había esperado. ¿Dónde estaba su sonrisa? ¿Por qué no la había recuperado? ¿Y el dolor? ¿Por qué seguía el dolor apabullándola?

Soltó el cuchillo y retrocedió un par de pasos. Necesitaba una ducha y una buena manicura. Sí, solo necesitaba eso. Todo volvería a estar bien en cuánto Rhett se enterase de que había matado a sus hijos, todo volvería a estar bien. Se habría vengado. Todo estaría bien.

Cuando Taylor y los demás la vieron salir de la habitación con las manos extendidas goteando sangre y la mirada perdida, todos se abalanzaron sobre ella. Ninguno sabía muy bien de qué tenían que protegerla, pero debían hacerlo. De los remordimientos, tal vez, del dolor o del impacto.

Babe solo recordó estar sentada en la cama de su habitación, muy quieta y sin hablar. Parecía una muñeca de porcelana con el rostro descompuesto. Sky se dedicaba a limpiarle las manos con la mayor delicadeza posible mientras Nick Reynolds observaba la escena desde el otro extremo de la habitación. Parecía realmente sorprendido.

-Creía que estabas acostumbrada a hacer estas cosas – dijo.

Sky le dirigió una mirada fulminante y helada y él se encogió de hombros y salió de la habitación junto a ella. No era culpa de Nick, la verdad, por la ciudad corrían cientos de rumores sobre Babe Capobianco y ninguno de ellos tenía nada que ver con esa imagen débil e incluso algo penosa.

Cuando Jack Golding entró y la vio en semejante estado, soltó un largo silbido y la miró de arriba a bajo.

-Hasta perdida estás preciosa – dijo.

Babe no contestó. Continuó mirando a la nada mientras su mente cavilaba y no se inmutó cuando su cuñado se sentó a su lado y le apretó la rodilla.

-Babe, no tengas miedo. Esta eres tú. No la rehuyas.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora