Capítulo XI

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Kiara abrió los ojos. Sintió que la cabeza le iba a estallar. Parpadeó un par de veces hasta que pudo acostumbrarse a la luz de la bombilla del techo. ¿Qué demonios había pasado? Estaba en una habitación pequeña, mugrienta, con el vestido rojo desgarrado y uno de los tacones roto. Y, auch, le dolía el tobillo. Se llevó las manos a la cara e intentó incorporarse. Cayó de morros casi sin verlo venir. Estaba mareada y la boca le sabía a vómito. Oh, señor, iba a matar a Hell por eso, juró que lo mataría...

Y entonces vio el anillo en su dedo.

(Flashback)

Hell parecía relajado allí dentro. Es más, ¿quién no lo estaría con semejante panda de idiotas persiguiéndolo para asegurarse de que no le faltaba de nada?

Kiara intentó no sentirse cohibida, pero aquel lugar era enorme y el sonido de las máquinas no le gustaba lo más mínimo. Era el casino más importante de Las Vegas, o eso había dicho Hell al entrar. A esas alturas, le importaba bien poco lo que dijese. La había obligado a sentarse junto a él en una mesa de póker y no, no quería aprender a jugar.

- Eres un muermazo, enserio, el póker es algo indispensable en nuestro día a día – dijo Hell encendiendo un cigarrillo y ofreciéndole uno -. ¿Cómo crees que nuestros padres solucionan sus diferencias? Si no es con las cartas, entonces es a balazos.

- No me gusta esto, no lo entiendo – protestó ella rechazando el cigarrillo.

- Pues claro que no, estás demasiado ocupada quejándote – un hombre se sentó junto a Kiara -. Ven, si no vas a jugar, siéntate conmigo.

Kiara arqueó las cejas y negó con la cabeza.

- En serio, nena, no montes un numerito, voy a enseñarte a jugar aunque sea lo último que haga.

Lo dijo con voz tan seria que no pudo sino levantarse y pararse a su lado. Pero Hell la cogió por la cintura y la sentó sobre sus rodillas.

- Es simple – dijo mientras repartían cartas y se las mostraba.

Le explicó en voz baja las reglas, el dinero del que disponían y cuándo era conveniente ir o no. Kiara intentó concentrarse en lo que le estaba diciendo, pero tenerlo susurrando junto a su oído no le daba demasiada tregua. Tras varias partidas, ya le había pillado el truco, o más bien a los demás jugadores.

- No vayas – susurró Kiara cuando un hombre con sombrero tejano subió cien.

- Tengo un poker, preciosa – contestó Hell ignorándola.

El hombre de sombrero tejano tenía una escalera de color. Hell frunció el ceño y el hombre rio. Acababa de perder mil dos cientos dólares.

- ¿Cómo lo has sabido? - preguntó con una sonrisa.

Kiara se encogió de hombros y bostezó. Tenía sueño. Aquel juego era demasiado simple. Tan solo había que contar las cartas, puras matemáticas. Y de mates, Kiara sabía mucho.

- ¿Podemos irnos ya? - preguntó recostándose en el hombro de Hell inconscientemente.

- Nena, son todavía las once, no pienso irme hasta que amanezca.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora