Capítulo XVIII

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-- ¡Para DD, le haces daño! - gritó Babe.

El cabeza de la Familia Capobianco empujó de nuevo a Kiara escaleras abajo de camino al sótano. Aquella tontería iba a acabarse pero ya. Le habían cortado la cabeza a su mano derecha, su amigo desde hacía más de veinte años. Debían dar gracias porque no la matase en aquel preciso instante.

-¡Cierra la boca, Babe! - rugió él mientras Kiara lloraba - ¡Se acabaron las gilipolleces! ¡Ni bailes ni fiestas ni nada! ¡Su padre va a tener que suplicarme por que no le raje el cuello!

-¡Ay, dios mío, papá, no digas eso! - exclamó Tears desde el piso superior en el que Hell la retenía.

No le hacía ninguna gracia dejar a la niñata sola con el arranque de furia de su padre. No sería la primera vez que a DD se le cruzaban los cables y acababa cargándose a alguien. Hell no quería que la niñata llorase, pero Rhett la había cagado. Cagarla con los Capobianco no era una buena idea.

Kiara estaba comprobando en aquel preciso instante las consecuencias de aquella “mala idea”. No podía quitarse de la mente la imagen de aquella cabeza sangrante, con ojos vacíos. Debía estar muy fría. Tan fría como la palma de DD al impactar contra su rostro y hacerla rodar hasta el suelo. Había sentido su rostro estallar, por unos instantes así lo creyó y tuvo que llevarse una mano a la cara para comprobar que no había sido así. “Va a matarme”, pensó. Estaba tan segura de esta idea que tan solo pudo cerrar los ojos con fuerza y retroceder hasta chocar con la sucia pared del sótano.

Pero la muerte no llegó hasta ella. Tan solo el seco sonido de la puerta al cerrarse inundó la habitación y un sentimiento de total incomprensión llegó a su cabeza. ¿Pero qué demonios le pasaba a todo el mundo? ¿Qué demonios les pasaba? ¿Por qué no la dejaban en paz de una vez? ¿Por qué no la mataban al menos para dejar de sentir aquel pánico que recorría todo su cuerpo?

Kiara no supo cuanto tiempo estuvo allí encerrada, muy quieta, sin hacer ruido. Era como si temiese que se acordasen de ella y entonces DD volviese a matarla de una golpiza. Oh, señor, no quería que la golpearan. Por favor, golpes no, por favor, golpes no, por favor, golpes no...

Allí dentro hacía mucho frío y tenía hambre. Bueno, más bien era su estómago el que sentía apetito, porque lo que era por ella no habría tomado bocado alguno. Y así lo manifestó dejando intactos todos y cada uno de los platos que dejaban junto a la puerta.

“No voy a volver a casa”, pensó con un estremecimiento. “Deben haber pasado más de dos días, no ha habido negociación y por tanto yo seguiré aquí, a oscuras...”

Se quedó dormida durante un par de minutos y después escuchó la puerta abrirse. Un nudo se formó en su garganta y comenzó a hiperventilar. Ahora si necesitaba su Ventolín...

-Tranquila, soy yo – susurró Tears desde la oscuridad.

Cuando pulsó el interruptor y la luz iluminó la estancia, Kiara vio a la menor de los Capobianco con su pijama de seda y cargando una bandeja con tortitas, chocolate caliente y un par de croissants. Tuvo que evitar que una pequeña lágrima descendiese por su ojo derecho.

Cocaína (Saga Adrenalina I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora