Día 4 - Fuego

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Fictober día 4: 

Fuego

Autor: Shirayuki Exodia

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Desde el inicio del todo existían dos dioses, aquellos que dominaban el fuego. Por un lado, se encontraba el fuego dorado, quienes se dedicaban a dar vida, luz y guiar el camino de todos. Y su contraparte, el fuego azul, aquel que se asociaba con la muerte, el último guía hacia el camino final, hacia el descanso eterno, quien acababa con el trabajo del primero.

Los descendientes de estos dioses solían ser adorados por los humanos, a los del aureum ignis (fuego dorado) se les conocía como "caritatem", se les ofrecía piedras preciosas, oro y cosas de gran valor terrenal, mientras que los caeruleum ignis (fuego azul) se les llamaba "libertas", de alguna forma los seres del mundo terrenal habían aceptado esto como algo dulce y que era necesario, pues creían en la resurrección. Y no era del todo incierto, aquel que en vida fue bueno y en su último aliento realmente se arrepentía de lo malo, se le purificaba y se le enviaba a lo que llamaban el edén, este era el mayor trabajo que cumplían los caritatem, pero aquellos que dejaban el mundo terrenal llenos de odio y maldad, se les enviaba hacia el zero, donde gobernaban los libertas.

Una única regla regia entre ambos mundos. Los libertas no podían intentar dar vida a los mortales, solo quitarla, incluso a voluntad, y los caritatem no podían obligar o interferir en el trabajo o las acciones de sus contrarios, tenían prohibido verlos o estar ambos en un mismo lugar.

Millones de años se llevaban de paz, pero no todo puede ser eterno. Existía un caritatem, amaba su trabajo, amaba dar vida, alguien inteligente y bello, suave y amable, era conocido como Yao, GuangYao en su totalidad, que hacía referencia al increíble brillo de su llama al encenderse, este era curioso, sabía las reglas y evitaba no fallar en ellas, pero cuál era el motivo para no estar cerca de los Libertas. Un buen día el alma de un bebé debía ser llevado al edén, el caritatem debía solo llegar, tomar el alma e irse, pues también aparecería un libertas, la madre del pequeño moría por voluntad, un suicidio.

GuangYao era el encargado esta vez, apenas supo de eso bajó en busca del alma, con una suave sonrisa la tomó mientras le recitaba una suave canción de cuna, detuvo sus actos unos segundos, faltaba poco para la llegada del libertas, su curiosidad le estaba matando.

GY: Sabes... deberíamos irnos... pero... hmm... no es malo si observo un poco, ¿no?

Comentó al alma, soltando un suave suspiro cerró sus ojos y dio tres, sus manos estaban a nivel de su pecho llevando la llama pura, dos pasos más y chocó contra otra presencia, un chico más alto que él, de ojos dorados oscuros, una test clara y un cabello negro, su vestimenta era ajustada para su buena movilidad, pero sobre esto estaba un largo chaleco hasta sus pies, los colores que lo vestían resaltaban aquella belleza suave y agradable, si la muerte era así de hermosa, no parecía un mal lugar, su mente le hizo desear ir al zero, esto hizo que la alma que llevaba se quebrara y desapareciera.

El libertas se sorprendió ante ello y miró las manos del pequeño caritatem, este tenía los ojos abiertos mirando el suelo, ante los ojos del Libertas, el caritatem parecía un animal hermoso e inocente, la ropa de ellos era dorada, parecía un vestidos, en contraste con aquel ámbar claro, el inicio de la vida realmente era digno, renacer y ver el mismo rostro una y otra vez parecía un buen camino.

Un alma rota es irreparable, el libertas solo pudo mirar un par de segundos al suelo, antes de que el alma impura escapara de sus manos. Un chasquido de su lengua salió, y una ráfaga de viento eliminó el alma, una desgracia para el zero, miró al menor nuevamente y suspiró.

Fictober XiYaoWhere stories live. Discover now