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Han Jisung era un chico de diecisiete años lleno de felicidad

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Han Jisung era un chico de diecisiete años lleno de felicidad. Amaba a todas las personas que lo rodeaban; su madre, quien siempre estuvo para él. Sus vecinos, Lee Félix que tenía su misma edad e iban a la misma escuela y su hermano Jeongin, que tenía un año menos, pero sin dudas se juntaba con ellos.

Esos tres eran inseparables, como no podian vivir juntos, todos los viernes hacían una noche de películas y al día siguiente, los hermanos se retiraban cuando el sol se escondía. Su madre siempre preparaba cosas deliciosas, como pizza o ricos pasteles que hacían saltar de la emoción a Han Jisung.

Ese chico con hebras doradas era un caso especial. No por alguna enfermedad, sino porque su ternura desbordaba tanto que era imposible no quererlo.

Jisung era la persona más apreciada que tenia Yuri, su madre. Se había casado desde muy joven, teniendo en cuenta algo: siempre quiso ser madre. Cuando se enteró que una pequeña semillita habitaba en su interior, juró ser la persona más feliz del mundo, junto a su difunto esposo.

Pero dejando de lado aquel tema, Jisung estaba muy feliz y era debido que hoy es el primer día de clases. Por lo tanto, se despertó un poco más temprano de lo habitual y con una sonrisa algo dormida se duchó con agua tibia. Al ver que salía el sol, apagó la televisión y puso algo de música en su celular, sabía que a su madre no le importaba, por lo que la puso un poco más fuerte.

What is love? sonaba desde los parlantes de su teléfono nuevo –obsequio de navidad de parte de su madre–, y comenzó a buscar alguna prenda que le gustara en su armario. El rubio solía tardar un poco en elegir su outfit, pero esta vez rompió un record: eligió la ropa en menos de veinte minutos.

Al salir del baño, ya vestido, se encargó de mirarse en el espejo de pie y sonrió al ver lo conforme que estaba; había elegido una remera blanca y negra a rayas, un short color rojo al igual que el chaleco de tela delgada. Unas medias blancas en sus pies que le llegaban hasta la pantorrilla y sus zapatillas rosadas que tanto amaba.

Se acercó un poquito más al espejo y pintó sus mejillas también con un colorsito rosa y en su pómulo, pegó una pequeñita estrellita dorada. Pasó un poco de brillo labial y en su cabello, dejando caer uno o dos mechoncitos de cada lado, colocó dos broches de coronas.

Sonriente y satisfecho por lo precioso que había quedado, salió juntando su mochila hacia el comedor.

—¡Sunggie, estás muy guapo! —alagó su madre y quien fue a darle un abrazo—. Si vas así alguien se enamorará de ti...

—Mamá, eso no es verdad —agachó la cabeza, un poco avergonzado.

—Mi niño está tan grande, ¡Pareces una princesa! —aquel comentario hizo que Jisung riera—. Vamos ven a comer, creo que Félix y Jeongin llegarán en... —ni siquiera terminó la oracion debido a que el timbre sonó.

—¡Oh, ya estan aqui! Lo siento mamá debo irme, comeré tu pastel cuando vuelva, ¡Gracias por el desayuno! —gritó, yéndose de la casa y encontrándose con sus dos amigos.

━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora