☆ ᴏᴄʜᴇɴᴛᴀ ʏ ᴛʀᴇs

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Su ánimo había decaído un poco... Tan solo un poquito, porque si bien sabía era que no debía entristecerse por por cosas que decían los demás, esta vez no era esa ocasión.

Sabía muy bien que Minho escuchó las palabras de aquella señora y que por eso, puso su mejor expresión de miedo. Ignoró aquel comentario, pero las palabras usadas en esa oración, simplemente quedó rondando por su cabecita, a pesar de que había fingido no escuchar.

¿Por qué existia esa clase de personas? ¿Por qué para disfrutar de algo hay que tener una cierta edad? ¿Acaso él no podia disfrutar de los Ositos Cariñositos al igual que un niño de ocho años?

—¿Y ese pucherito? —preguntó Minho, dejando el celular sobre la cama, dándole toda la atención—. ¿En qué piensas?

—E-en nada hyung... Solo... —sus ojitos se llenaron de lágrimas y estas no tardaron en salir.

—Bebé... —llamó y se acercó a él. Dejó sus manos sobre su rostro y le limpió las lágrimas—. ¿Qué pasó? ¿Te duele algo?

Jisung negó y logró respirar como debía, pudiendo tranquilizarse para poder hablar.

—E-Escuché lo que dijo esa mujer... E-En el supermercado, ¡Pero me alegro mucho de que se le hayan pinchado los neumáticos! —dijo entre lágrimas—. ¡Ahora espero que una paloma...

—Jisung —llamó Minho, queriendo romper en carcajad, pero pudo controlarse—. Yo también me alegro, pero tienes que saber, que tú no estas enfermo solo porque te gustan los dibujos animados... Pero sí estaras enfermo si no te abrigas, no es bueno venir de afuera y desabrigarte de esa forma.

—Hyungcito, estoy bajo las mantas.

—No es lo mismo, ponte al menos algo para abrigar tus bracitos, ya estás frio.

—¡Habló en diminutivo! —y por fin, las lagrimas fueron reemplazadas por una sonrisa.

Una sonrisa que Minho amaba demasiado.

—Es que paso mucho tiempo con un niño que habla así, entonces se me pegó...

Una ligera duda se instaló en Jisung, quien ladeó su cabeza, mirando los ojos de Minho, a la vez colocando una expresión que emanaba confusión.

—¿Qué niño? —preguntó, pero en vez de una respuesta con pabras, obtuvo una carcajada por parte del mayor—. ¡No se burle! —exclamó, sacudiendo el cuerpo ajeno para que las risas acabaran—. ¿Qué niño, Minho hyung?

—Ya, ya —tomó un poco de aire y retomó la postura anterior, recostandose sobre el respaldo de la cama—. Eres tú. Tú eres mi niño —Jisung sonrió tímido y agachó la cabeza—. Paso mucho tiempo contigo y se me pegó tu manera de hablar, pero es lindo.

—Ah, hyung, ¿entonces cuando fume voy a poder decir que se me pegaron sus hábitos? Porque, hablar así, es un hábito... —fue interrumpido por Minho.

La saliva le hizo cosquillas en su garganta, tanto que comenzó a toser en cuanto escuchó aquellas palabras, provenientes de la boca del menor.

—¡No se me muera, tenemos que vivir cien años juntitos! —exclamó nuevamente, tratando de ayudar a Lee para que se calmara.

—No digas esas cosas tan de repente, me asustas. Pero contestandote: no dejaré que se te pegue ese hábito. Nunca, ni siquiera tomar alcohol... Con lo que pasó en tu cumpleaños es suficiente para saber...

Jisung lo miró mucho más confundido que la vez anterior, tratando de recordar qué había pasado.

—¿Fue usted quien trajo esa botella, entonces? —Minho abrió en grande sus ojos, porque no supo que había metido la pata, aún así, terminó asintiendo, ese momento ya se volvió anécdota—. ¿Por qué, hyungcito?

—Porque sabía que iba a ser una noche larga y difícil... Le dí un trago y lo dejé sobre la mesada, al vaso... No pensé en que fueras a tomar de ahí, ni menos hacer fondo. Me sorprendiste, en serio, y agradezco haber estado ahí para atraparte antes de que caigas dormido. ¿Y sabes algo? Fue la primera vez que me confesé... Tanto para ti, como para mi.

Los ojos de Minho estaban clavados sobre la televisión, en ningún momento miró a Jisung mientras recordaba aquel suceso, tanto bonito como gracioso.

Jisung lo miraba con sus orbes negros brillantes, desborando de amor y más que nada, adoración. No le molestaba para nada que Lee no lo mirase, ya que sabía que era muy dificil para él decir lo que siente, pero le sorprendió tener los ojitos de su hyung sobre los suyos.

—¿Qué dijo? —preguntó, la emoción llegando a su límite, sin poder esperar a una respuesta. El rubio sonrió.

—Cabe recalcar que quise dejarte solo, pero me tomaste del brazo y me dijiste que me quede. Y luego de eso, solo dije que te amo. Y luego te abrace tan fuerte, porque estaba feliz de haber confesado aquello que lo tenia guardado tan profundamente.

Jisung sonría cada vez más. Su corazón palpitaba ante cada palabra, demostrando que podía sentir todo el amor que Minho tenía para dar, pero que por años, por cosas externas a él, fueron obligadas a mantenerse encerradas en una esquina de su corazón. Pestañeó varias veces, para saber esto era un sueño, pero no, Lee seguía allí, también con una sonrisa demasiado bonita; no era un sueño, era su hyung que estaba poco a poco superando sus traumas de la niñez.

—Basta de cursilerías, niño —se levantó de la cama, notando que ya eran las cinco de la tarde—. Todo lo que quería decirte ya lo hice, en un momento que no esperaba, pero tú me haces ser así —Minho largó un suspiro, queriendo sonreir en grande, pero mantuvo su semblante serio, antes de morirse de la vergüenza—. Vamos a merendar bebé, ya es hora. Voy a traer aqui las cosas y hacemos maratón de Ositos Cariñositos, nada de Song Kang.

Jisung rió, pero igualmente quedó encantado, tanto que salió de su hipnotización cuando escuchó la puerta ser abierta. Salió corriendo y detuvo al mayor tomándolo de brazo.

Lee no solo sonrio, sino que en vez de morirse de la vergüenza, lo hizo por la ternura que irradiaba el menor en cada uno de los gestos y acciones.

—Hyungcito, gracias por quererme tal cual soy —el mayor alzó una ceja, queriendo decir un par de cosas sobre aquello, pero Jisung lo interrumpió—. ¿Recuerda cuando dije que no era malo? Es porque siempre supe que era muy diferente a los demás. Usted nunca fue malo conmigo, un poco idiota, sí, pero eso quedó en el pasado... Lo que quiero decir es que, usted vivió desde pequeñito cosaa feas, y ahora estoy comprendiendo que solo no se animaba al amor, porque nunca le fue entregado —el mayor pudo sentir como las manitos del menor se cerraban con fuerza sobre su estómago y que sus mejillas esyaban rojas porque sentia su espalda acalorarse, ya que su rostro estaba pegado a uno de sus omóplatos—. No se animaba a sentir amor porque era desconocido, no queria salir de su zona de confort, es decir, no quería salir de sus habitos a unos nuevos porque tenía miedo. Solo se limitaba a lo conocido...

—No voy a negar que tienes razón, porque sí la tienes —desprendió sus manos y se dio la vuelta para llevar las suyas al rostro ajeno y plantar un beso en la boca del menor—. Amarte me hizo bien. Tú me haces bien.

¿Te sientes así conmigo, bebé? Fue la pregunta que nunca salió de sus labios.

━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora