Prefacio

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Había una razón por la que en Thurstine todo parecía ir siempre sobre ruedas, una razón por la que siempre todo era tan perfecto: orden. Todo en Thurstine giraba alrededor de un orden que el rígido régimen se encargaba de mantener. Un orden que estaba muy fragmentado, pero del cual solo notabas las grietas con ojo crítico cuando lo vivías directamente. Un orden impuesto que manejaba sigilosamente las vidas de cada individuo que vivía en aquella nación creada específicamente para mantener a todas esas criaturas sobrenaturales (o al menos un gran porcentaje de ellas) apartadas del mundo humano.

Un orden con el que muchos no estaban de acuerdo, un orden manipulado, corrupto; un orden opresor y lleno de fallas. Un orden que agobiaba a millones de criaturas poderosas e igualmente peligrosas que si bien se habían acostumbrado a vivir sometidos, no dejaban de ser tan letales como intimidantes; un poco anarquistas en el fondo, con una veta rebelde esperando a tomar protagonismo.

El silencio que procede al caos es el más crudo y desolador, pero también son instantes que permiten comprender que un nuevo inicio se acerca. Ese silencio apabullante que deja entender que es momento de empezar de cero.

Y el caos puede desatarse por cualquier cosa. Un accidente, un discurso, un amorío, una amistad, una tonta pelea; lo que sea. Y el caos es caos por lo que es ilusorio pensar que siempre se puede recuperar algo de lo que había; cuando todo se reduce a cenizas solo queda reconstruir.

De manera que el caos es una buena opción para romper el orden definitivamente.

Pero el caos conlleva más cosas negativas que positivas. La pérdida, el dolor, el desgarro emocional, la nada, el vacío; son algunos de sus inminentes efectos. El caos es como el fuego, arrasa con todo a su paso, reduce todo a la mera nada.

Y tal vez el fuego que Thurstine necesita solo carece de una pequeña llama que le permita avivarse. Una llama insignificante que dé rienda suelta al desastre que precede a la calma y a la oportunidad de moldear un nuevo orden. Quizá menos injusto, quizás un poco más martirizante. Pero era una oportunidad que merecía ser tomada.

Una chispa a lo mejor. Una chispa débil, efímera, solitaria que carecía de todo calor. Eso era lo que se requería.

Una chispa que podía ser encendida por un grupo de jóvenes elegidos que hallarían el sentido de sus vidas al verse a sí mismos al borde del emocionante abismo. Un grupo de chicos cuyas vidas habían sido hiladas hace muchísimo tiempo atrás. Un grupo de jóvenes con habilidades especiales y realidades tan distintas cuyos destinos estaban conectados, iban a cambiar el rumbo de muchas cosas, todo en base a su esencia, su dolor, su amor, sus malas decisiones y su naturaleza que corroía todo a su alrededor.

Pero también puede que ellos no enciendan la llama del caos; porque tal vez, ellos sean el caos.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now